La existencia de todas esas células cerebrales significa que su mente puede hacer mucho más de lo que cree… como estas hazañas en apariencia imposibles.
1. Memorice cualquier cosa
Digamos
que le pido que se aprenda esta lista de diez palabras: mariposa, peine, avena,
abogado, carbón, estampilla, cuchillo, gusano, campana, lechuga. El proceso
normal lo haría repetirlas en su cabeza muchas veces antes de que las recuerde
por completo. Incluso después de lograr esta agotadora tarea, algunas horas más
tarde quizá recordará apenas dos o tres elementos del principio y otros tantos
del final del repertorio. Esto se debe a lo que los psicólogos cognitivos
llaman “efectos de primacía y recencia”: la información al comienzo y al final
de una serie interfiere con la capacidad para recordar lo que se encuentra en
la parte media.
La
dificultad se debe a las limitaciones de nuestra memoria verbal: la sección
lingüística de nuestros cerebros, donde almacenamos conjuntos arbitrarios de
vocablos, cuenta con espacio limitado.
Sin
embargo, la parte visual de este órgano está mucho mejor dotado que su
contraparte responsable del idioma. Por lo tanto, cuando almacena información
visualmente y no de forma lingüística, es capaz de recordarla mucho mejor. Y
ese es el secreto para recordar los vocablos antes mencionados.
En
lugar de repetirlos en su cabeza, conviértalos en imágenes y vea más allá:
hágalas visualizaciones vívidas. Después imagine su casa y coloque mentalmente
la representación de cada objeto en una habitación diferente o ubicación
distintiva; en un armario, por ejemplo.
Es
decir, coloque una enorme mariposa (en este caso, de casi un metro de ancho a
fin de que llame la atención) donde está el tapete que dice “Bienvenidos”, en
la puerta principal. A continuación, emplace un descomunal peine color naranja
en el suelo, justo después de la entrada. Continúe acomodando cada artículo de
la lista por todo su hogar, de preferencia en el orden que seguiría si se la
estuviera mostrando a un invitado.
Cuando
termine, haga otro recorrido por la construcción y “observe” los objetos que
dejó en cada sitio. No debería tener problemas para visualizar cada uno de
ellos y, por tanto, para acordarse de cada palabra.
Puede usar este mismo truco al memorizar listas de cifras, letras, símbolos o lo que sea. Solo convierta lo que está memorizando en algo significativo: por ejemplo, el número dos puede ser representado por una imagen de usted y su pareja.
2. Mueva cosas con su mente
Ate un
segmento de 30 o 60 centímetros de hilo (o hilo dental) al mango de una taza y
suspenda el recipiente frente a usted, manteniéndolo tan quieto como le sea
posible. Después, usando solo su mente, ordénele que se mueva hacia atrás y
hacia adelante. Tras 20 o 30 segundos, notará que empieza a hacerlo. De nuevo,
solo con el pensamiento, exíjale que se detenga. Repita el ejercicio; esta vez
instrúyale a ir de izquierda a derecha, como un péndulo.
No, no
puede mover cosas con su mente. No obstante, este experimento —que se asemeja
mucho a la telequinesis— demuestra que su inconsciente ejerce un control
extraordinario sobre su sistema locomotor, provocando que se contraigan de
formas sutiles y produzcan movimientos, discretos pero precisos, que impulsan
la vasija. Quizá no estuvo consciente de los músculos que retrajo; sin embargo,
su cuerpo lo supo, cortesía de un proceso llamado “memoria implícita”. Gracias
a este, su organismo almacena grandes cantidades de información sin advertirlo,
como qué grupos musculares provocarán determinadas maniobras. Es probable que
este fenómeno haya sido lo que diera origen a la idea de telequinesis.
3. Desplácese en la oscuridad
Los
murciélagos navegan por la oscuridad escuchando el rebote sonoro de las ondas
que sus chasquidos, chillidos y tonos ultrasónicos emiten. Todos tenemos un
murciélago interior que recurre al mismo método: la ecolocalización. ¿Quiere
ponerlo a prueba? Consiga un bastón largo (lo más conveniente es que sea
metálico) con una punta rígida y pídale a un amigo que sea su guía. Vayan a un
área de su casa que no esté alfombrada. Cierre los ojos y golpee frente a usted
con el báculo, como los no videntes. Le sorprenderá notar que puede hacerse una
idea general de la ubicación de objetos grandes próximos a usted, e incluso de
la distancia a la que se encuentran, con solo atender a la calidad de la
reverberación.
Si es
como la mayoría de las personas con sentido de la vista que lo hacen por
primera vez, “sabrá” si se acerca a un muro u objeto mayor sin saber
exactamente cómo lo hace. Esta facultad es otra manifestación de la memoria
implícita. Pero si escucha con atención, empezará a percatarse de que el clic
obtenido al pegarle al piso a un par de metros de una pared tiene una cualidad
hueca debido a los ligeros ecos que siguen al contacto inicial. La resonancia
producida es demasiado veloz como para identificarla como una réplica
individual del primer chasquido, pero de todos modos las vibraciones se sumarán
a este sonido. Si hace que el bastón suene más cerca del muro (a pocos
centímetros), el resultado será más agudo. Algunas personas reportan que cuando
el tañido se emite justo al lado de la estructura, este regresa “opaco” porque
contiene menos ecos.
4. Mire detrás de usted
La
sombra sonora es una prima cercana de la ecolocalización. Le permite percibir
cuando algo —o un alguien grande, como un depredador—
está a sus espaldas, aunque ese algo (o alguien) sea tan silencioso como una
tumba.
Póngase
de pie con los ojos cerrados sobre una superficie alfombrada (o alguna otra que
amortigüe el estruendo, como el pasto o la arena de una playa) y pídale a un
amigo que se le acerque con sigilo por detrás, de modo que no escuche sus
pasos, su respiración o el roce de sus prendas. El experimento funciona mejor
si se cuenta con una fuente de sonido constante, como una radio, colocada a
unos tres metros de su espalda, el propósito de esto es proporcionar ruido de
fondo.
Mientras su amigo se le aproxima, aunque no pueda verlo ni escucharlo directamente, sí debería ser capaz de “sentir” su proximidad por la sombra sonora que crea: esto es, la forma en la que bloquea el sonido. Si le presta atención a este fenómeno, verá que consta de dos partes: una ligera reducción del volumen y un amortiguamiento producto de las superficies que estén atrás de usted. Ambos efectos se vuelven más evidentes conforme la persona se acerca. Nuestra habilidad inconsciente para percibir que alguien está detrás de nosotros podría haber dado origen a esta trillada frase en las historias de misterio: “Sintió que alguien la miraba”. Si bien la percepción de sombras sonoras es otro ejemplo de la memoria implícita, como la ecolocalización, es posible que dicha habilidad esté, en buena medida, motivada por el instinto de supervivencia, pues nos ayudan a rellenar los puntos ciegos que podrían aprovechar los depredadores (o los humanos malintencionados).
Tomado
de PSYCHOLOGYTODAY.COM (JUNIO de 2018), © 2018 ERIC HASELTINE.
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Muy interesante, con ejercicios sencillos para ensayar.