Recuerdos Recuerdos

Entonces, ¿qué es normal para un cerebro que envejece? Los investigadores nos dicen que podemos esperar un ligero deterioro en las tres áreas siguientes.

Memoria de corto plazo

Por razones que la ciencia no ha podido establecer, nuestra memoria de corto plazo, también llamada “memoria de trabajo”, empeora con la edad. Los adultos mayores tienen extraordinarias memorias de largo plazo que les permiten recordar los nombres de los amigos de la infancia y qué películas vieron durante el secundario, pero puede que no recuerden quién estaba en la fiesta a la que asistieron el último fin de semana. Esta disminución de la memoria de trabajo hace que a los adultos se les dificulte aprender cosas nuevas. Por ejemplo, aprender una lengua extranjera es más fácil para la gente joven que para los mayores. Sin embargo, los mayores son tan buenos como los jóvenes, si no mejores, para aprender algo que sea adecuado a sus puntos fuertes. Por ejemplo, tomar clases de historia es más fácil, ya que los mayores tienen un marco mental más rico que les permite colocar en contexto los hechos aprendidos.

Concentración

También perdemos algo de nuestra capacidad para concentrar nuestra atención, un problema que puede implicar que tardemos más tiempo en leer un libro. Nos distraemos más fácilmente con los gritos que se disputan nuestra atención, lo que significa que leer un libro con la televisión encendida puede ser un desafío para algunos e imposible para otros. A los adultos de edad avanzada también les resulta más ardua la multiplicidad de tareas; es difícil para nosotros cambiar el foco de atención sin perder algo de la información sobre las tareas previas.

Velocidad

Al envejecer, nuestro tiempo de reacción y la velocidad con la que procesamos la información se vuelven más lentos. Esto no solo significa que nuestros cerebros tamizan la información más lentamente, sino también que nuestros cuerpos reaccionan con mayor lentitud. En un nivel muy real, esto implica que uno debe estar alerta para que esos cambios normales no afecten la capacidad de conducir o de realizar otras tareas que requieran reaccionar en una fracción de segundo. Pero la mayoría de las cosas que hacemos no son potencialmente riesgosas para la vida. En esos casos, es mejor entender que la lentitud no es necesariamente una desventaja. En los tests de conocimiento cronometrados, los adultos jóvenes son mejores que los mayores, pero si se deja de lado el factor tiempo, los mayores lo hacen mejor. Se puede compensar cualquier disminución de la velocidad con solo permitirse más tiempo para aprender y recordar algo que sea significativo

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