Según el contexto, la forma en
la que el cerebro conceptualice se va modificando.
Para estudiar cómo cambian los
conceptos según van apareciendo con menos frecuencia, invitamos a un grupo de
voluntarios a nuestro laboratorio y les dimos una tarea sencilla: observar una
serie de rostros generados por computadora y decidir cuáles les resultaban más
“amenazantes”. Las caras fueron cuidadosamente diseñadas por investigadores, siguiendo
una escala que va desde “muy intimidante”
hasta “muy inofensiva”. Según fuimos reduciendo el número de rostros
amenazantes que mostrábamos a los voluntarios, descubrimos que estos iban ampliando
cada vez más su definición de “amenazante”. Es decir, cuando dejaron de ver rostros
amenazantes, empezaron a considerar amenazantes aquellos que anteriormente habían
calificado de inofensivos. Así pues, la categoría “amenazante” no era para
ellos una categoría sólida, ya que esta iba cambiando en función de la cantidad
de amenazas previamente detectadas. Este tipo de inconsistencia no se limita a
la detección de una amenaza. En otro experimento pedimos a los voluntarios que
tomasen una decisión aún más simple: si los puntos mostrados en una pantalla
eran de color azul o morado. Conforme la cantidad de puntos azules fue disminuyendo,
los voluntarios empezaron a considerar azules puntos que eran ligeramente morados.
Lo hicieron incluso a pesar de que les avisamos que la cantidad de puntos azules
iría disminuyendo. Estos resultados sugieren que este comportamiento no es completamente
consciente, pues, de lo contrario, los voluntarios habrían sido capaces de
mantener un criterio lo suficientemente rígido con el fin de conseguir una
recompensa económica.
Ampliación del concepto de inmoral
Después de observar los
resultados de nuestro experimento con colores y caras amenazantes, nuestro
grupo de investigación se preguntó si no se corresponderían estos con alguna
extraña propiedad del sistema visual. ¿Cambiarían de la misma forma este
tipo de conceptos de no ser juzgados visualmente? Para comprobar esto, llevamos
a cabo un experimento final en el que pedimos a los voluntarios que leyeran
diferentes estudios científicos y que decidieran cuáles de ellos eran éticos y
cuáles no. Inicialmente nos mantuvimos escépticos ante la idea de que en
este tipo de juicios encontraríamos inconsistencias similares a las que
encontramos en los juicios visuales. ¿Por qué? Porque sospechábamos que los juicios
morales eran algo más consistentes en el tiempo que cualquier otro tipo de
juicio. Al fin y al cabo, si hoy uno piensa que la violencia está mal, mañana
debería seguir pensando lo mismo, independientemente de cuánta violencia haya presenciado a lo largo del día. Pero, para nuestra sorpresa, encontramos el
mismo patrón. Según fuimos disminuyendo la cantidad de estudios inmorales
que les íbamos mostrando, estos empezaron a considerar inmorales un mayor
número de estudios. Básicamente, el encontrar cada vez menos estudios
inmorales les hizo endurecer su concepto de “ético”.