Aunque los animales pueden reconocer ciertas cantidades por
instinto, solo los hombres pueden abstraer en símbolos.
Puede hacerse comprender a las palomas que, si quieren
recibir granos deben golpear 12 veces un botón con su pico. Aprenden
rápidamente a hacerlo aun equivocándose a menudo, tal vez como si tuvieran una
noción aproximada del número 12. Este mismo tipo de experiencia puede ser
realizada con ratas, monos e incluso con delfines. Es una habilidad muy útil en
la vida salvaje para escoger, por ejemplo, el árbol que tiene más frutos e,
incluso, en el ámbito social: cuando los chimpancés encuentran un grupo de
congéneres, comienzan por apreciar la relación de fuerza antes de decidir cuál
será su manera de actuar. Si los potenciales adversarios son más de una vez y
media más numerosos que ellos, cambian de camino. Esas mismas capacidades de
evaluación de las cantidades se manifestaron en bebés de algunos meses,
mucho antes de que sepan hablar. La representación de las cantidades apela,
sobre todo, a la corteza de un surco situado en el seno del lóbulo parietal. Esa
región se activa para las tareas que exigen una manipulación de las
cantidades.
La expresión de las cantidades
La segunda facultad sobre la que reposa el cálculo mental es
el lenguaje, la capacidad de asociar símbolos y entidades. Disponemos de
símbolos, los números que permiten distinguir las cantidades. Para una paloma,
es imposible hacer la diferencia entre 29 y 30, en tanto que para nosotros que
conocemos palabras y números distintos, 29 y 30 son entidades diferentes,
incluso si representan cantidades próximas. El hecho de utilizar símbolos ha
permitido también desarrollar métodos de cálculo complicados. Así,
multiplicar quinientos veintinueve por seiscientos trece sin recurrir a los
números arábigos es casi imposible.
La representación de las cantidades bajo la forma de palabras y de números se apoya en las regiones del hemisferio izquierdo
responsables del lenguaje. Más allá de las capacidades de representación de
las cantidades y de utilización de los símbolos, el cálculo mental requiere
capacidades de razonamiento y de combinación de conceptos que involucran,
especialmente, a la corteza de la parte anterior de los lóbulos frontales.