¿Ya le ocurrió que no podía encontrar su auto en el estacionamiento? Si no tuvo la precaución de observar algunas señales visuales, será su atención la que falló, pero no su memoria.
Esfuerzo
de atención
La
atención es el centro del funcionamiento de la memoria de trabajo: selecciona y
almacena, de manera temporal, algunas informaciones percibidas y otras
originadas en la memoria para procesarlas, en este caso, para compararlas.
La atención
es una función que actúa a la vez sobre nuestros sentidos y sobre nuestra
memoria, cuando esta última recupera elementos que almacenó y los compara con
los que nosotros advertimos. Esta doble actividad implica esfuerzos y no puede mantenerse
por mucho tiempo sin que disminuya el rendimiento y aparezca una sensación de
fatiga. Por esta razón, los psicólogos lo definieron como un mecanismo que
gobierna las capacidades limitadas: la consideración de una sola idea o una
sola sucesión de ideas o la selección de una parte, únicamente de nuestro
entorno sensitivo, como un detalle de un cuadro o el sonido de un solo
instrumento en una sinfonía. De esta forma, en principio, sirve para
seleccionar entre varias informaciones sin importar si estas últimas son sensoriales
o mnemónicas (originadas en la memoria). Algunos estudios recientes ampliaron
su función selectiva hacia la preparación de nuestros actos motores, una
operación que nos permite efectuar el buen gesto en el momento oportuno.
La
atención puede ser espontánea (cuando responde a una curiosidad inmediata, a un
estímulo súbito que llega de nuestro medio ambiente, por ejemplo, un ruido
inesperado) o voluntaria (cuando tienen un objetivo para lograr a corto o largo
plazo). Podemos pasar alternadamente de una a otra forma, como cuando nos
concentramos en una tarea y un hecho inesperado del entorno nos distrae o nos
alerta.
Estado
de vigilancia
Este estado corresponde a un nivel de receptividad, de desvelo o de alerta que puede variar de acuerdo con nuestro estado de cansancio o el momento del día. Es una función necesaria para la atención, pero no es suficiente: podemos estar más o menos vigilantes sin por ello estar atentos.
Cuando realizamos actividades rutinarias o monótonas, como conducir un auto, nos sucede que «nos desenchufamos»: nuestra atención se va y funcionamos en «modo automático». Esta distracción puede tener consecuencias más o menos graves, desde la simple irreflexión hasta el accidente (caída, colisión vial). Sin embargo, nuestro cerebro mantiene un nivel mínimo de vigilia, el estado de vigilancia, que nos permite a menudo identificar errores de comportamiento y evitarlos.
La
concentración
La concentración
es la conservación estable y exigente de un buen nivel de eficacia al realizar
una actividad en particular. Uno de los primeros estudios sobre la
concentración se publicó en Inglaterra, en 1958, y se basaba en la observación
de los controladores aéreos. Su trabajo exige una atención muy constante y
preparada para recibir a la vez informaciones visuales, como las emitidas por
las pantallas de control de radar, indicaciones auditivas para comunicarse con
sus colegas y los pilotos. Es un esfuerzo de concentración que no puede mantenerse
mucho tiempo, lo que explica los horarios de trabajo limitados de estos
profesionales y la frecuencia de sus pausas.
Dificultades
para concentrarse
La
capacidad de concentrarse varía según cada individuo, depende de criterios
personales y ambientales, del cansancio, de las preocupaciones, del momento del
día, del medio ambiente (calmado o ruidoso) del interés o de la importancia que
reviste la actividad.
La
dificultad de la tarea genera un estado de concentración óptimo.
Si el nivel de éxito fijado no puede alcanzarse o si la presión del medio es
muy fuerte, el rendimiento decae: el esfuerzo de atención en una actividad muy
compleja no resiste durante mucho tiempo. Pero una tarea sencilla o repetitiva
tiene finalmente el mismo efecto: disminuye la atención y el rendimiento por
falta de estímulo e interés.
La tristeza moviliza toda nuestra energía y provoca un desinterés en otras preocupaciones. Se publicó un estudio en 2004 que demostró, por ejemplo, que el riesgo de choque en una ruta se multiplicaba por cuatro en el período que sigue a un divorcio. Por lo general, se sabe que los estados depresivos o un estrés prolongado están acompañados de dificultades de concentración.
El esfuerzo depende no solo del interés que envuelve a la tarea, sino también del sentimiento de satisfacción ligado al éxito. Cuanto más grande resulta el placer, menos importante parece el esfuerzo. Un deportista que gana un partido siente menos cansancio que el que lo perdió, aunque los dos hayan puesto el mismo esfuerzo.
¿Puede
prestarse atención a varias cosas al mismo tiempo?
Las acciones que dependen de una misma actividad o que se destinan a un mismo objetivo pueden realizarse al mismo tiempo y sin dificultades. También podemos sentir el aroma de una flor y distinguirla de las otras por medio de su color, su forma, la disposición de sus pétalos y hojas; observar una mariposa que se acerca, identificar esa flor y esa mariposa buscando en nuestra memoria el recuerdo de otras flores y otras mariposas de las que conocemos los nombres. Las respuestas motrices que podemos efectuar al mismo tiempo que este análisis de mensajes son muchas: dirigir nuestra mirada hacia la mariposa, sonreír, inclinarnos, alargar la mano hacia la flor y la mariposa. Esta posibilidad se debe a que todas las operaciones concluyen en una misma finalidad: observar la naturaleza. Por el contrario, si además debemos responder el teléfono, los datos recibidos no podrán tomarse en cuenta simultáneamente, sino sucesivamente. Sin embargo, dos actividades diferentes pueden realizarse al mismo tiempo si una de ellas se ejecuta de manera automática, como seguir una conversación (actividad controlada) y caminar o conducir (actividades automáticas). Los automatismos disminuyen el esfuerzo de atención y liberan la conciencia, que puede dirigirse hacia otras actividades mentales o motrices.
A pesar de todo, puede ocurrir que una actividad controlada avance sobre una actividad automática, en especial si la carga emocional es muy importante. Así, podemos telefonear al mismo tiempo que conducimos, pero si nos avisan sobre un suceso grave, el análisis de la conversación se vuelve prioritario y la conducción del auto queda en segundo lugar. En este caso, el peligro de accidente crece si no se detiene.