A nadie le gusta ver sufrir a quien ama, pero a veces acompañar
es difícil.
Fuente: Psicologiaymente.com
La palabra “compasión” tiene varias acepciones. Cada
persona la puede interpretar a su manera, aunque lo más frecuente es pensar en
“piedad”, “lástima” y “amabilidad”. Es cierto que tiene que ver con estos
sentimientos, pero cuando hablamos de la “compasión” desde la perspectiva del
doctor Gilbert debemos asignarle una definición más proactiva, con fuerza,
determinación y coraje: cualidades necesarias para actuar y ser de verdadera ayuda.
Cómo ser compasivos con el prójimo
Podemos lograrlo
teniendo en cuenta lo siguiente:
1. Comprender el dolor, no contagiarse de él
La distancia compasiva es como hacer un viaje de ida y
vuelta a la realidad emocional de otra persona, viendo qué siente, pero sin
quedarse ahí. Su dolor no es nuestro dolor, pero lo comprendemos y también
lo sentimos. Así evitaremos que nos bloquee y podremos ayudar, sabiendo
cómo se siente.
2. No podemos salvar a los demás, pero sí acompañarlos
La distancia compasiva implica ser conscientes de que no
es nuestra tarea cargar con el pesado dolor de los demás. No podemos
resolver los problemas que no son nuestros, ni siquiera queriendo. Hay cosas
que es tarea de cada uno ponerles solución.
3. Aplicar límites emocionales
Una muy buena forma de evitar inundarnos por emociones ajenas es aplicar límites. Establecer con claridad cuáles son las banderas
rojas que nadie debería sobrepasar a la hora de escuchar ese malestar nos
servirá para evitar que nos lo contagien. No podemos estar todo el día a
todas horas para los demás, hay que marcar unos horarios de disponibilidad
emocional. El resto es tiempo para nosotros, momentos del día en los que
tenemos todo el derecho del mundo a decir “no” cuando no nos vemos con ganas de
escuchar a otras personas contarnos sus problemas. Nosotros ya tenemos los
nuestros propios, como concluye por último este artículo del portal
Psicologiaymente.com.