Tener las cinco aptitudes
propias de la inteligencia emocional puede ayudar en entornos laborales.
La aptitud emocional se valora
sobre todo en el trabajo. Ahora se cree que el CE determina el éxito más que
el CI (cociente intelectual). La capacidad intelectual representa solo
entre un 10 y un 25 por ciento de las diferencias en el rendimiento laboral.
“En el mundo actual, el conocimiento en sí no basta para ser competente”,
señala Bresó. “Los teléfonos y las computadoras pueden aportar más conocimiento
del que se adquiere en toda una vida. Somos más competentes en algunas
tareas intelectuales si tenemos mayor aptitud emocional, porque cuando
estamos claros respecto a lo que sentimos, nos resulta más fácil tomar
decisiones. Las emociones son mucho más importantes que los datos”.
Por qué importan más las emociones que los datos
Los estudios muestran que los
empleados que tienen un CE alto tienden a ser más productivos, permanecen más
tiempo en sus trabajos y ganan más que sus colegas menos aptos emocionalmente.
Y es más probable que reciban ascensos, porque descifran las emociones de sus
superiores y se adaptan constantemente a las demás personas. Si bien se
considera que la inteligencia emocional es innata, muchos psicólogos creen
que se puede mejorar. “Se puede adiestrar a la gente para que sea más
consciente de sus emociones”, afirma el psicólogo organizacional Cary Cooper,
de la Escuela de Negocios de Manchester, en el Reino Unido. El banco holandés
ING capacitó en IE al personal de ventas de sus mercados financieros para
fortalecer su confianza y moderar la avaricia y el miedo que llevan a
reacciones viscerales en las salas de transacciones. El compromiso de esos
empleados aumentó, y los ingresos por ventas de ING se incrementaron con más
rapidez que el promedio en ese sector. La inteligencia emocional también es
útil en las profesiones asistenciales. “El personal de medicina, trabajo
social, enfermería y psicología clínica necesita un CE muy alto para trabajar
con eficacia”, dice Cooper. Estudios realizados en Noruega, por ejemplo,
indican que adiestrar al personal de salud para que tome más en serio las emociones podría prevenir la depresión en las madres primerizas.