Tristeza y
depresión no son sinónimos. La depresión es una enfermedad y debe tratarse.
¿Cómo darnos cuenta cuándo estamos ante un cuadro depresivo?
La depresión, diferente de la tristeza o del abatimiento, es una enfermedad que se caracteriza por un sufrimiento moral duradero y que repercute en todas las funciones físicas y mentales.
¿Quiere saber cómo identificarla?
La vida en gris
A menudo se la califica como «humor triste», la depresión se traduce en una incapacidad de gozar de cualquier cosa de que se trate, como si las emociones positivas estuvieran aletargadas. Ese «estado sin placer» se manifiesta por una disminución general, una forma de letargo y una incapacidad para anticipar. La persona deprimida tiene dificultades para levantarse por la mañana, ya que la perspectiva de una jornada que arranca le parece insalvable. La incapacidad para emprender y la pérdida de motivación, que a menudo van acompañadas de una fuerte ansiedad, favorecen el repliegue sobre uno mismo y una desocialización que genera un sentimiento de desvalorización.
La causa precisa de la depresión no ha sido identificada, pero tres factores podrían intervenir en diversos grados según la forma de la enfermedad: la herencia, sobre todo en los trastornos maníaco-depresivos, una anomalía en la química del cerebro y accidentes de la vida.
Una cuestión de química
Los circuitos neuronales que permiten regular las emociones
dejarían de funcionar correctamente en la depresión. El córtex prefrontal,
indispensable para la elaboración y la realización de proyectos, dejaría de
estar suficientemente activo. Esta anomalía se traduce en una pérdida de dinamismo
y de deseo, y una incapacidad de proyectarse en el futuro. A la inversa, la
amígdala sería hiperactiva y haría surgir emociones negativas. En tiempo
normal, el córtex prefrontal limita la actividad emocional de la amígdala, pero
ese freno está detenido en las personas deprimidas que se ven entonces
invadidas por ideas negras.
Esta espiral negativa se debería a una falta de serotonina,
un neurotransmisor que permite al córtex prefrontal limitar la carga emotiva de
la amígdala cerebral. Un gran número de antidepresores actúa además sobre la
serotonina tratando de normalizar su concentración en las células nerviosas.
Un mal común
El contexto social es un potente generador de estrés y se
sabe desde hace largo tiempo que el estrés repetido genera desaliento, incluso
desesperación. En caso de estrés permanente, el cuerpo fabrica una hormona, el cortisol,
que destruye las neuronas en zonas implicadas en la memorización, el
aprendizaje y la motivación. Este proceso reduce los mecanismos de defensa del
cerebro contra los pensamientos nocivos.
La depresión progresa con el aislamiento y el estrés cotidiano
y se encuentra en consecuencia particularmente favorecida por el desempleo. El
individuo al que se le exige triunfar socialmente gasta su energía en alcanzar
objetivos impuestos y se encuentra aislado, agotado y desvalorizado en caso de
fracaso.