¿Hay algo
más liberador, más contagioso y más tranquilizador que la risa? La risa es un
factor de reconciliación, desactiva las tensiones, hace feliz y genera
confianza. Pero ¿por qué es tan excitante? ¿Y qué ocurre en nuestro cerebro
cuando nos reímos?
Una cuestión fisiológica
En 1998, en ocasión de una intervención quirúrgica, un
neurobiólogo californiano tuvo la sorpresa de ver que su paciente se ponía a
reír sin razón en el momento en que él le implantaba electrodos en una zona
cerebral llamada área motora suplementaria. Ahora bien, esta última regula los
movimientos de la risa, es decir, la contracción de los músculos de la boca, de
la laringe y de la caja torácica. Pero el origen profundo de la risa se
encuentra localizado en el tronco cerebral, en el seno de una pequeña estructura
que cumple un papel de centro coordinador, impulsando los influjos nerviosos
que van a conducir a la expulsión rítmica del aire y a la acción de las cuerdas
vocales.
Un tercer componente toma en cuenta la dimensión cognitiva
de la risa, ya sea que se trate de una situación incongruente o de una broma.
Es el lóbulo frontal del hemisferio derecho que juzga el carácter risible de un
acto o de una historia y que da al centro coordinador la señal de un eventual
desencadenamiento de la hilaridad.
La vida como comedia
El lóbulo frontal derecho es entonces la sede del sentido
del humor y posee un modo de funcionamiento particular. Anticipa el probable
desarrollo de una acción, un hombre camina por una calle, entonces seguramente
va a proseguir su trayecto. Pero si resbala con una cáscara, este cambio de
escenario provoca una inversión súbita de la actividad eléctrica que despierta
el centro que desencadena la risa. El resorte del humor reside, por lo tanto,
en un acto improvisado o en el cambio de sentido de una palabra, como en el
caso de un juego de palabras.
Chistes, siempre chistes
Un estudio realizado en 2007 en los Estados Unidos mostró
que cuando uno se está riendo el cerebro libera el principal neurotransmisor
del placer, la dopamina, implicada en todas las percepciones hedonistas. Esta
acción parece además tener efectos concretos sobre la salud. Una psicóloga de
la Universidad de Kentucky estudió 179 textos que relataban la vida de
religiosas que habitaban en un convento y comprobó que las más alegres entre
ellas vivían en promedio diez años más que las otras. Esa constatación puede
explicarse por la inhibición que opera la alegría en la liberación de cortisol,
la hormona del estrés que termina por provocar hipertensión y problemas
cardíacos. La risa ayudaría también a reflexionar. Una experiencia realizada
por un equipo de psicólogos de la Universidad de Washington reveló que, después
de haber mirado películas cómicas, los sujetos sometidos a tests tenían una
visión más global de los problemas, demostraban una creatividad más grande y
obtenían mejores resultados en los ejercicios de memoria. También se comprobó
que su córtex prefrontal, una zona del cerebro implicada en la atención y la
memoria de trabajo, presentaba una actividad más fuerte.