Algunas ideas para ayudar a tus hijos a relacionarse con los demás.
“SANTIAGO ES UN CHICO raro”, decían sus compañeros de la escuela. Pese a que era un buen alumno, cuando Santiago* tenía 8 años no lograba integrarse con los chicos de su clase. Su mamá, Miriam Ramírez*, se enteró por primera vez de esta situación cuando, en la puerta del colegio, otra madre le comentó que su hijo le había dicho que Santiago no hablaba con nadie y actuaba de manera extraña.
Preocupada, Miriam le prestó mayor atención a algunas actitudes de su hijo y descubrió que había un poco de verdad en aquellas palabras: “Santiago se pasaba horas enteras jugando con sus muñecos, inventando historias y voces… los llevaba a cada reunión o actividad que teníamos y, sin que nos diéramos cuenta, se aislaba del resto y permanecía en su propio mundo”, cuenta la madre.
Miriam no sabía cómo afrontar el problema. ¿Debía limitar el juego de Santiago con sus muñecos? ¿Debía anotarlo en un grupo de boyscouts para que se haga amigos? o ¿Debía invitar a otros chicos a su casa para que jueguen con su hijo?
LAS APTITUDES SOCIALES SON habilidades que, a veces, pasan desapercibidas por los padres o son tomadas como parte de la personalidad del chico. Pero así como los hijos aprenden a leer y escribir en la escuela, también es necesario invertir tiempo en enseñarles a relacionarse con los demás. Los padres suelen pensar que este aspecto del desarrollo de sus hijos se dará de forma automática y natural.
“Los niños pasan mucho tiempo de su vida activa en la escuela o en actividades que giran en torno de ella, por eso es importante, especialmente desde la familia, retomar espacios que impliquen diálogo y recreación. Las habilidades sociales se construyen a lo largo de la vida de las personas y los primeros años del chico son decisivos para ello. Es erróneo pensar que nacemos siendo más o menos sociables”, explica la licenciada Adriana Sarasa, psicopedagoga del equipo directivo de la Fundación para la Asistencia, Docencia e Investigación Psicopedagógica (FADIP).
La buena noticia es que los hábitos sociales no solo se aprenden sino que se mejoran. “La adquisición de estas aptitudes implica la posibilidad de comunicarnos con los demás y de aprender a expresar nuestros sentimientos y pensamientos, acciones que servirán para toda la vida”, comenta Eugenia Melamed, psicóloga y profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
Pero, ¿de qué manera los padres pueden transmitirles a los chicos esta enseñanza fundamental para la convivencia?
Lo básico
ALGUNAS DE LAS APTITUDES sociales que se espera que todos tengamos son: saludar, dar las gracias, decir “por favor” y responder de manera educada las preguntas que nos formulan. Lo concreto es que se da por sentado que contamos con esa información naturalmente, como si al nacer nos colocaran un chip de “buenos modales”. Sin embargo, estos hábitos deben ser enseñados.
“En muchas ocasiones, las respuestas de los chicos van de la mano con las consultas que los adultos les formulan. Si uno le pregunta a un nene ‘¿cómo te fue en la escuela?’, es probable que conteste escuetamente ‘bien’ y eso no representa una carencia de buenos modales”, dice la doctora y profesora Silvia Baeza, directora de la Maestría en Familia de la Universidad del Salvador.
Quizá sea más productivo buscar maneras alternativas de diálogo como, por ejemplo, hablar de la propia historia: ‘Cuando yo era chico me encantaban los números... y a vos ¿te gustan las matemáticas?’
Otro buen hábito es que el chico se acostumbre a saludar dando un beso. Es muy difícil que un niño “reparta” besos por doquier, sobre todo cuando tienen entre 6 y 10 años. Sin embargo, el chico aprende este hábito siguiendo el modelo de los mayores.
La doctora Baeza propone una manera original de enseñanza de buenos modales. “Se puede aprovechar la filmación de una escena cotidiana como un cumpleaños o una reunión, después verla en familia y conversar sobre diferentes aspectos: ‘Mirá cómo reaccionaste cuando te regalaron un juguete, cómo saludaste a la tía o a tus amiguitos’. Cuando uno se observa a sí mismo, es más propenso a generar cambios si es que algo está mal o no le gusta”.
“Tampoco hay que llegar al límite de generar en el chico la sensación de ‘que hace todo mal’ y retarlo cada vez que no saluda a las visitas”, afirma Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres (www.escuelaparapadres.net).
Mantener una charla
La conversación es otra habilidad social que puede ser enseñada. Es simplemente saber escuchar tanto a los mayores como a los pares, hacer silencio cuando otro habla y mirarlo a los ojos, y esperar el turno en la conversación.
Mónica Fabiani*, profesora de periodismo en la Universidad Católica Argentina, recuerda que, cuando eran pequeños, a la hora de la cena sus tres hijos se desvivían por contar qué había hecho cada uno durante el día. “Había veces que ni siquiera se escuchaban entre sí porque hablaban al mismo tiempo. Así que con mi marido decidimos incorporar turnos para hablar. De esta manera, logramos que todos pongan atención en lo que el otro contaba. Con el tiempo, aprendieron a respetarse y las conversaciones se tornaron mucho más agradables”, comenta Mónica.
Los padres deben respetar los espacios de los hijos, Es positivo que el chico elija estar en su casa.
“Para que un chico sepa conversar, hay que hablarle; se pueden contar cuentos, anécdotas de la infancia de los padres, estar de alguna manera conectados con ellos. Muchos papás creen que dialogan con sus hijos pero con frecuencia descubren que les hablaban sin oírlos y solo para decirles lo que tienen que hacer”, explica Rotenberg lo que los padres le cuentan en los encuentros que tienen con ella.
Superar la timidez
LA TIMIDEZ ES UNA CARACTERÍSTICA habitual de los chicos. Las investigaciones muestran que el 15 por ciento de los chicos crece con timidez crónica.
Cuando los padres reconocen esta característica en un hijo y se dan cuenta del sufrimiento que les provoca, van en busca de cualquier solución para hacer desaparecer o atenuar la interferencia de la timidez en la vida social de sus chicos. Ante este impulso, los especialistas advierten sobre determinadas conductas que nunca deben adoptarse como: obligarlos a hacer algo que les provoca miedo o angustia; o exponer a un chico ante alguna situación que no pueda controlar.
“Un chico necesita estar en un ambiente que le genere confianza y los padres deben ayudarlo a enfrentar determinadas situaciones, sin suplirlo”, dice la licenciada Dolores Vicente de Dimier, orientadora familiar por la Universidad de Navarra y coordinadora de talleres para padres en el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.
Entonces, para vencer la timidez, será conveniente favorecer aquellas situaciones donde el niño tenga fortalezas propias, motivarlo a que invite a sus amigos a su casa, no forzar relaciones sino dejarlos que se relacionen con quienes se sientan cómodos y, por supuesto, tener en cuenta el modo adecuado para integrarlo a participar de alguna actividad.
“No tiene sentido presionarlo para que haga natación o karate si eso a su hijo le genera mayor inseguridad personal”, agrega Dimier.
¿Qué hacer cuando, por ejemplo, el niño prefiere quedarse solo en su casa con sus juguetes en vez de participar de una colonia de vacaciones? La psicóloga Diana Rizzatto, coordinadora del Departamento de Investigaciones Clínicas en Familias y Parejas de la Asociación Argentina de Terapia Familiar (AATF), propone: “No es necesario obligarlo. Lo ideal es buscar alguna forma intermedia. Por ejemplo, proponerle ir diez días y si después no le gusta, no va más. Por supuesto, hay que estar dispuesto a cumplir”.