Aunque puedan parecer una cuestión estética, la grasa del
cuello y la papada pueden esconder problemas más graves.
Investigadores de la Universidad de Granada (UGR) advierten
que la acumulación de tejido graso en el cuello (tanto la papada como los
depósitos más profundos, ubicados entre los músculos y alrededor de las
vértebras cervicales) resulta un predictor de adiposidad central y general, el riesgo cardiometabólico y de un perfil pro-inflamatorio en adultos
jóvenes sedentarios.
La importancia de la grasa en el cuello
Tradicionalmente, la acumulación de tejido adiposo
visceral se ha considerado uno de los factores más fuertemente relacionados con
el riesgo cardiometabólico y la inflamación crónica (de bajo grado) en
humanos. Sin embargo, esta asociación bien establecida ha llevado a los investigadores
a descuidar, hasta cierto punto, el estudio de otros depósitos de grasa y su
relevancia clínica / biológica. “Curiosamente, varios estudios han demostrado
que la acumulación de grasa en el cuello) aumenta en proporción directa al
peso o adiposidad del individuo y que sigue patrones de acumulación específicos,
según el género”, explica María José Arias Téllez, investigadora de la UGR y
una de las principales autoras de este trabajo.
El proyecto ACTIBATE
Para confirmar esta posibilidad se llevó a cabo un trabajo
en la UGR (que forma parte del proyecto ACTIBATE, Activación del Tejido Adiposo
Marrón por medio del Ejercicio, según su sigla en inglés). Los resultados
muestran que la acumulación de grasa en el cuello, medida con tomografía
computarizada, así como su distribución en diferentes compartimentos, se
asocia con mayor adiposidad general y central, mayor riesgo cardiometabólico y
mayor estado inflamatorio entre adultos jóvenes sanos, independientemente
de la cantidad de grasa total y visceral. Por tanto, estos resultados subrayan
la necesidad de seguir investigando en esta nueva dirección, para comprender
mejor el efecto de la acumulación de grasa en la parte superior del tronco
(incluido el cuello) y sus repercusiones clínicas, especialmente en el riesgo
cardiometabólico y la inflamación”, explica Francisco Miguel Acosta
Manzano, uno de los autores principales de la investigación. “Aún tenemos mucho
trabajo por hacer. Necesitamos investigar con mayor profundidad el tejido
adiposo del cuello, para comprender su papel patogénico en la obesidad y las
comorbilidades asociadas, así como su importancia biológica. A medida que
aumentemos nuestro conocimiento de este depósito, también podremos determinar
si intervenciones específicas (por ejemplo, ejercicio físico y / o ingesta
restringida de calorías) podrían ayudar a reducir la acumulación de grasa en el
cuello (así como la grasa total) y aplicarlas clínicamente”, concluyen Arias
Téllez y Francisco Miguel Acosta Manzano.