Conozca la evolución del café hasta llegar a nuestro vecino país.
El café ha dominado totalmente la escena social, económica,
política y cultural de Brasil desde la primera mitad del siglo XIX hasta
comienzos del siglo XX. En efecto, los avatares que acompañan dicho cultivo se
confunden con los hitos de la historia de este país latinoamericano. En este
período su expansión tuvo importantes consecuencias. En primer lugar, porque
hizo cambiar el paisaje de muchas zonas antes cubiertas de estepa. En
segundo lugar, porque conllevó a la aparición de
una aristocracia en tiempos del Imperio – los barones del
café – tan opulenta cómo los grandes señores de los ingenios de caña de
azúcar del noreste brasileño, representada por los ricos hacendados del “Vale
do Paraíba”, de la región de “Campiñas” y del sureste del Estado de
Minas Gerais, con lo cual se produjo la aparición de nuevas poblaciones y la
ocupación de muchas regiones de la geografía nacional. Además porque dicha
expansión estuvo directamente relacionada con la introducción del inmigrante
italiano en el Estado de São Paulo, tras el final del tráfico de los negros de
África (1850) y el lento proceso de sustitución de la mano de obra esclava
por el trabajo libre. Por otra parte, la expansión del café produjo el
crecimiento del sector de transporte por ferrocarriles y el posterior
desplazamiento de la economía hacia el sureste del país. Por último, porque la
acumulación de capital asociada al ciclo del café estuvo en el origen del
primer ciclo de industrialización en el Estado de São Paulo, durante la segunda
mitad del siglo XIX.
El café en Brasil a fines del siglo XIX
Al final del siglo XIX el café representaba el principal producto
de exportación de Brasil y su importancia no disminuyó pese a las consecuencias
que tuvo la abolición de la esclavitud (1888). La proclamación de la República
(1889) y la consolidación del café como el “oro verde” nacional fueron
dos fenómenos que conllevaron a que el eje de dominación política se desplazara
rápidamente de otras regiones (Bahía y Rio de Janeiro) hacia el Estado São
Paulo.
En 1889 la producción nacional llegaba a 5,589 millones de bolsas
de 60 kilogramos, momento en el que Brasil se había convertido, desde el
comienzo de dicho decenio, en el mayor productor mundial. Al iniciarse el siglo
XX el volumen de exportaciones sumaba ya 14,76 millones de bolsas y se
consolidaba, por lo tanto, la emergencia de un nuevo ciclo económico nacional
mientras decae sensiblemente el peso social y político de la economía
azucarera.
No obstante, la producción cafetalera crece de forma abrumadora
y en el curso de dicho incremento, surgen diversas crisis como consecuencia de
la sobreproducción, y que tuvieron como punto culminante el big
crash de la Bolsa de Valores de Nueva York (1929). En dicha oportunidad
los precios internacionales experimentaron un drástico descenso y el
capitalismo mundial conoció su más devastadora y catastrófica experiencia.
Práctica común de los gobiernos brasileños respecto a las crisis de
sobreproducción había sido siempre la compra de los excedentes de café y la
manutención de los precios a los productores. Sin embargo, la magnitud del
descenso de la demanda mundial de café en los 30` hizo que fuese seriamente
cuestionada la continuidad de esas políticas de cuño proteccionista. Además, en
ese período se asistió en Brasil a una fase de grandes cambios políticos. Una
nueva clase derivada de las capas medias urbanas demandó una mayor
representación política, al tiempo en que los obreros de las fábricas se
organizaron para exigir que el costo del ajuste de las cuentas externas del
país no recayese otra vez más sobre los sectores más frágiles de la población
nacional.
El café en el siglo XX en Brasil
La Revolución de 1930 representó el final de la “República Vieja”
brasileña de Getulio Vargas. Este hecho representó el final de un ciclo de
la historia nacional que se conoció como la política “café con leche” en la que
dos estados brasileños, São Paulo y Minas Gerais, los mayores productores
de café y leche, respectivamente, se alternaban en la indicación de los
presidentes nacionales. Vargas (oriundo del Estado más meridional de Brasil –
Rio Grande do Sul) lideraba la Alianza Liberal y rompió con el ciclo de la
política “café con leche”. Su ascensión al poder supuso algunos cambios
importantes pero la importancia asumida por el café siguió dominando la escena
nacional.
La presión política ejercida por los
caficultores paulistas al poder central fue recurrente en la historia
nacional, tanto en el período imperial como sobre todo, durante la fase
republicana. En el decenio 1931-1940, en el gobierno de Getulio Vargas, fueron calcinadas
71.068.581 bolsas de café, una cantidad que según algunas fuentes históricas
hubiera atendido a la demanda mundial de café durante tres años. El año 1933 se
creó el Departamento Nacional del Café (DNC), una división autónoma del
gobierno central que hasta 1946 asumió el control de la economía cafetalera del
país.
El Instituto Brasileño del Café
La desactivación del DNC fue el resultado de las circunstancias
políticas, en donde se impuso a la sazón una fuerte tendencia
antiintervencionista. Sin embargo, en el año 1952 surgió el Instituto Brasileño
del Café (IBC), una entidad que dictó la política cafetalera hasta su extinción
definitiva en el año 1990, tras un período de grandes cambios en la escena
política y económica nacional (crisis de la deuda externa, inflación y que
entró para la historia como la “década perdida” en los años ochenta). Un
período indisolublemente marcado por el dominio de las tesis preconizadas en el
Consenso de Washington, en especial las que impusieron la ola de privatizaciones
y cierres de muchas empresas públicas.
Evolución del café en Brasil
Hasta la década de 1930 hablar de agricultura
en Brasil era hablar del café, pese a que tanto las políticas agrícolas como
las económicas estaban esencialmente orientadas a atender las demandas de un
sector que, hasta bien entrados los años 1950, fue responsable de alrededor de
la mitad de las exportaciones nacionales. Los datos no dejan duda acerca
de la declinante participación porcentual del café en las exportaciones de Brasil
durante los últimos 50 años, pasando del 70% a tan sólo 6% en el último año
analizado (2019). Sin embargo, el período correspondiente a los años noventa
estuvo marcado por un proceso de desregulación que representó un verdadero
divisor de aguas en la historia reciente de la caficultura mundial, tras la
ruptura del Acuerdo Internacional de Cuotas para el Café (AIC) en 1989. En
efecto: La desregulación de la caficultura es una estrategia que se adopta,
al fracasar el Convenio Internacional del Café (CIC) firmado en 1962 por
los países productores y consumidores para estabilizar el mercado. El convenio
fue prorrogado hasta 1989, cuando los países consumidores optaron por no
suscribirlo, en virtud de la sobreoferta de grano existente y del mercado
paralelo que se había generado, particularmente con productores asiáticos y
africanos.
A nivel interno, dicho período estuvo marcado por un ciclo de
concentración y desnacionalización de las industrias de café. Ejemplo gráfico
de dicho proceso fue la compra de la más tradicional procesadora de café en
Brasil, la empresa União y sus respectivas marcas
(Caboclo, Pilão e União) por la gigante estadounidense Sara
Lee. Pero la década de los noventa coincidió además con el descenso de los
precios y una reducción de las ganancias de las tradicionales industrias de
torrefacción del café. Unido a la ociosidad de la capacidad productiva y al
incremento de la competencia, engendró un ambiente francamente favorable para
que las fusiones y adquisiciones fueran convertidas en estrategias adoptadas
por las empresas para acceder a los instrumentos internacionales de
financiamiento.