Muchos son los motivos que pueden llevar a cambiar la
alimentación, pero el resultado siempre es el mismo: mejora de la calidad de
vida.
Cuando se toma la decisión de mejorar la alimentación, ello
puede ocurrir por varios motivos. Para algunos, el objetivo es verse mejor
físicamente; para otros, se trata de proteger su salud y bienestar y, por
supuesto, para un tercer grupo ambos motivos pueden sumarse. En plan de
lograrlo, es fundamental tener en cuenta ciertos aspectos de la vida cotidiana:
gustos culinarios, ambiente y estado emocional, tanto interno como externo, en
nuestro día a día; lo cual será determinante para hacer un cambio realista en
el estilo de vida, forjando nuevos hábitos. La clave para realizar estos
cambios reales es que siempre deben de adaptarse a nuestro estilo de vida. Importa
mucho, al comienzo, evitar realizar cambios bruscos y sufrir de hambre, ya
que lo único que se logrará es estar enojado todo el día y, además, empeorar el
estado de salud tanto físico como psicológico.
No a las dietas mágicas
Cada vez que se acerca fin de año, da comienzo la temporada
del “debo hacer dieta para bajar el abdomen antes del verano”.
Consecuentemente, empiezan a inventarse dietas de moda en la TV y redes
sociales, donde la gente busca, imparablemente, una fórmula mágica para bajar todo
lo que subió en un año, con la esperanza de bajarlo en un mes. Debemos decir
que esta fórmula mágica, que tratan de vender todas las publicidades, es falsa:
no existe una dieta o plan que nos haga adelgazar en un mes los 10 kg, y a
los que les ha funcionado es porque se han “muerto” de hambre o han empeorado
su calidad de vida y salud, a costa de bajar aquellos kilos de más. Estos
descensos acelerados también conllevan la posibilidad de que se los vuelva a
aumentar en un tiempo próximo. Por todo lo anterior, si se quiere mantener un
peso saludable, se debe empezar con cambiar los hábitos alimenticios. Lo
sostenible es comenzar con cambios pequeños y, de a poco, ponerse metas
personales, no solo para superar el verano y la imagen propia en traje de baño frente
al espejo o en la playa.
Alerta con la malnutrición
El comer ha sido uno de los mayores placeres de la raza
humana. Ese placer, por supuesto, está condicionado por nuestra fisiología,
partiendo con que nos ayuda a liberar nuestra tan preciada hormona de la
felicidad y placer, la dopamina, que el cuerpo secreta cuando ingerimos
alimentos.
Mantener una alimentación saludable es uno de los puntos
más importantes, entonces, ya que puede ayudar tanto a cultivar una buena salud
y el correspondiente bienestar emocional y físico e, incluso, mejorar nuestra
autoestima. ¡Si, así de importante es! Es por esto, que la alimentación
y nutrición deben de ir acompañadas de actividad física y, además, tener lo que
algunos psicólogos lo denominan “inteligencia o madurez emocional”. La
mayoría de la sociedad, e incluso en la propia universidad, nos enseña que el
peso es el factor más determinante que puede condicionar si estás saludable o
no, pero también hay un componente psicológico que está directamente
relacionado con nuestra salud, es por esto, que el peso no es el factor más
relevante. Por supuesto, el tener malnutrición por exceso puede condicionar y
aumentar el riesgo de padecer enfermedades del corazón, diabetes de tipo 2, hipertensión
arterial, derrame cerebral, problemas respiratorios, artritis, enfermedades de
la vesícula biliar, apnea obstructiva del sueño, entre otras. Para aclarar el
término “inteligencia o madurez emocional” veamos la frase de Howard Martin que
dice: “Regular las emociones es el próximo paso en la evolución humana”. En
pocas palabras, muchas de nuestras acciones vienen condicionadas por nuestras
emociones y, por ende, importa que sepamos regularlas y que, cuando comencemos
a escucharnos, entendernos, amarnos a nosotros mismos, comenzará el cambio real
que muchos buscan en ese “bajar de peso”. Esta es la gran verdad. Adelgazar va
mucho más allá de solo quemar calorías y comer lechuga con pollo, ¿no?