Muchas veces se los asocia con la necesidad de bajar de
peso, pero los nutricionistas pueden hacer un asesoramiento nutricional
completo.
Fuente: Salud a Diario
En las últimas décadas, se ha impuesto cada vez con más
fuerza la famosa “cultura de la dieta”: creencias, tips y recetas fijadas en el
objetivo meramente estético de “bajar de peso y estar sanos”. Y, sobre
todo, “mientras más delgados, mejor”. Lamentablemente, esta corriente de moda
ha hecho que las personas crean que tienen que vivir a dieta, establecer
muchas restricciones alimenticias y convertir la delgadez en sinónimo de salud
y belleza, lo cual –claramente– está demasiado lejos de la realidad. Esta
obsesión con la delgadez inmediata y el aspecto físico ha hecho que “bajar de
peso” sea el primer motivo de consulta de muchos nutricionistas, lo que deriva
en que existan varios mitos alrededor de este profesional de la salud.
Mitos (falsos) sobre los nutricionistas
1. “El nutricionista solo sirve para bajar de peso”.
2. “Me va a retar si le digo todo lo que en realidad como”.
3. “Me va a quitar todo. Va a querer que coma pura lechuga
con pollo”.
4. “No voy al nutricionista porque me va a dejar una
dieta muy cara y difícil de llevar”.
Lo más importante a recalcar aquí es que el profesional
nutricionista estudió cinco años en la universidad, donde no le enseñaron ni
capacitaron solo para prescribir dietas para bajar de peso, sino para muchas
más labores: en el área deportiva, para mejorar el rendimiento de los
deportistas y la suplementación; en el área de alimentación colectiva
(casinos), para mejorar la inocuidad de los alimentos; en el área clínica,
apoyando en hospitales y clínicas la nutrición por fórmulas o por vía oral en
todo el ciclo de vida; en la docencia e investigación; en el área de
emprendimiento, referente a las técnicas del etiquetado nutricional; y por
último, para colaborar en la consulta nutricional.
Nada de retos a los pacientes
Por otro lado, el nutricionista no debería “retar” a los
pacientes. Su función es ayudar, guiar y facilitar las herramientas necesarias
para mejorar los hábitos alimenticios, lo cual vuelve necesario que se
converse con total sinceridad frente a ello. Con respecto al consumo de solo
lechuga y pollo, está ya obsoleto. Esta “dieta” a la que le temen muchos
pacientes antes de acudir al nutricionista, además, no es viable para la salud,
por ser muy restrictiva. Por otro lado, importa aclarar que los
nutricionistas no damos “dietas”, se trata de planes de alimentación
personalizados para cada paciente, según su condición y patología. Quien
piensa que le darán una “dieta muy cara” es porque está desinformado respecto a
ello, y teme hacer este hermoso cambio. Desde lo personal, lo llamo una
inversión a largo plazo: o se prefiere comer barato, con papas fritas y pan, y
enfermarse en 3-5 años, teniéndose que medicar todos los días; o se decide
comer mejor ahora, no tener enfermedades y vivir bien a largo plazo. Puesto de
otro modo: lo que no se invierte en alimentos sanos, se invertirá en
medicamentos para tratar una enfermedad. Hay que elegir.
Cuál es la función del nutricionista
Entonces, ¿qué hace el nutricionista? Si bien en nuestra
profesión tenemos muchos desafíos por delante, tal vez el principal es
educar a la población sobre la importancia de una adecuada alimentación, para
cambiar y empujar hacia mejores hábitos alimentarios, la actividad física y
mejorar la calidad de vida. Puedo decir, que es un gran desafío, pero que
no es imposible. Y también que es una responsabilidad hermosa, ya que somos los
motivadores al cambio para una vida mejor y con más salud y bienestar, ¿genial,
no?
¿Cuándo acudir al nutricionista?
Aprender a comer es algo que las personas necesitamos en
cada etapa de la vida, y esto va acompañado de aprender a relacionarse con la
comida y sus emociones también. Tiene un componente psicológico que hay que
abordar. No basta solo dar un plan de alimentación. En esta lógica, algunos de
los motivos por los cuales se debe acudir a una consulta son las siguientes:
• Sobrepeso o desnutrición.
• Enfermedades cardiovasculares, dislipidemias, diabetes,
hipertensión arterial.
• Malos hábitos alimentarios, cansancio, ansiedad durante el
día.
• Intolerancias o alergias alimentarias.
• Nutrición deportiva y suplementación.
• Educación nutricional.
• Dieta vegetariana, vegana o crudivegana.
• Embarazo y lactancia.
• Nutrición infantil y adolescente.
• Nutrición en adultos mayores y algunas enfermedades
neurológicas.
• Enfermedades digestivas (como enfermedad de Crohn,
sobrecrecimiento bacteriano, histaminosis alimentaria o colon irritable).
La alimentación y la relación con las emociones
En los últimos años, se ha establecido, también, que el
nutricionista no debe basar su actividad en proveer solo en un plan de
alimentación, sino que la nutrición debería ir más allá, de la mano de la
motivación al cambio, la autoestima y la gestión de las emociones. Así,
toman protagonismo también el hambre de origen emocional, los comedores
nocturnos, los trastornos alimentarios y los círculos viciosos. E incluso,
la adicción por la comida vinculada a problemas emocionales. El postular el
placer de comer asociado a sentirnos culpables, donde la mentalidad de una
dieta es restringirnos para no comer tal alimento porque “es malo” (lo que no
es verdad) se ha vuelto muy de moda, y termina detonando más ansiedad y
depresión. Y, sobre todo, trastornos alimenticios que llevan a mayor aumento de
peso, en muchos casos. A este último respecto, y de la mano con ello, es
importante conocer que la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos,
nuestra autoestima, querer a nuestro cuerpo como es y entender que la relación
con la comida resulta también importante para hacer el cambio de forma
saludable y por, sobre todo, feliz. Por supuesto que este tema da para
mucho más, pero les quería dejar una pincelada sobre ello para que se lo
planteen también.