Leer simplifica la vida, de eso
no hay dudas. Aquí, más motivos para convencerlo de que lo haga.
Una pregunta. Respondamos
honestamente. Es algo que podría incrementar su gozo, retrasar la demencia y
hasta prolongar su vida. Entonces, ¿cuánto tiempo dedicó a leer un libro la
semana pasada? Esta pregunta ha llegado a miles de hogares estadounidenses cada
dos años, desde 1992, como parte del estudio de la Universidad de Michigan sobre
salud y retiro (HRS, por sus siglas en inglés). Era solo una pregunta en una
enorme encuesta, hecha a más de 20.000 jubilados, y había sido ignorada por
mucho tiempo en el análisis de la salud cerebral de los adultos mayores.
No obstante, en 2016, cuando los investigadores de la Facultad de Salud Pública
de Yale indagaron en la información obtenida durante 12 años sobre los hábitos
de lectura y salud de más de 3.600 personas con más de 50 años, un patrón
esperanzador salió a la luz: quien lee ficción, no ficción, poesía o prosa
al menos 30 minutos al día durante varios años, vive, en promedio, dos años más
que los que no leen. Algo aún más extraño: quienes dedicaban más de tres
horas a dicha actividad cada semana tuvieron 23 % menos probabilidades de morir
entre 2001 y 2012 que los que solo leían noticias o revistas. Si está leyendo
esto, seguramente no necesitamos convencerlo de las virtudes de la palabra
escrita. Quizá ya esté familiarizado con los descubrimientos en la materia:
los niños que leen junto a sus padres varias veces a la semana desde los seis
meses de edad muestran mayores habilidades lectoescritoras cuatro años
después, tienen puntajes más altos en pruebas de inteligencia y tienen mejores
empleos que los no lectores. Pero los estudios recientes señalan que el hábito
es igual de importante en la madurez. Si se hace toda la vida, las habilidades
adquiridas de lectura y lenguaje pueden ser muy útiles para el funcionamiento
saludable del cerebro.
Por qué leer es bueno para el cerebro
Para entender por qué y qué
podemos hacer para obtener mayores beneficios del lenguaje, comencemos por
hacernos la misma pregunta que se hizo el equipo de Yale: ¿por qué leer libros,
y no diarios o revistas, incrementa nuestro poder cerebral? Para empezar, los
investigadores suponen que propician una “lectura profunda”. A diferencia de,
digamos, hojear los encabezados, leer un libro (sin importar el género) obliga
a nuestro cerebro a pensar de forma crítica, así como a crear conexiones entre
capítulos y con el mundo externo. Lo mismo sucede en el cerebro y,
literalmente, forja nuevos caminos entre las regiones de los cuatro lóbulos y ambos hemisferios. Con el tiempo, estas redes neuronales pueden promover
un pensamiento más rápido y proporcionarnos una mejor defensa contra los peores
efectos de la decadencia cognitiva. Segundo, se ha demostrado que leer
libros, sobre todo de ficción, incrementa la empatía y la inteligencia emocional.
Un estudio hecho en 2013 encontró que bastó con que los participantes
leyeran el primer capítulo de una historia para que su empatía aumentara notablemente
una semana después; quienes leyeron noticias mostraron una disminución. Estos
descubrimientos pueden parecer triviales, pero no lo son; desarrollar
herramientas sociales como la empatía y la inteligencia emocional puede
fomentar una mayor interacción humana (y más positiva), lo que, a su vez, puede
disminuir los niveles de estrés. Lo anterior ayuda a ser más longevo y gozar
mejor salud. No es que las revistas, diarios y artículos en Internet no
tengan sus virtudes. Todo indica que leer cualquier cosa que llene su mente y
lo exponga a nuevas palabras, frases y hechos reporta beneficios mentales.
Nuevos estudios sugieren que un vocabulario rico puede resultar en una mayor
resiliencia mental, ya que incrementa lo que los científicos llaman reserva
cognitiva. Podemos imaginar dicha reserva como el mecanismo del cerebro para adaptarse
al daño: ayuda a las neuronas a encontrar nuevos caminos mentales para evadir
las áreas dañadas por embolias, demencia y otras formas de deterioro.