Algunos científicos, a la luz de descubrimientos recientes,
vuelven a reivindicar la exposición al sol.
Los primeros humanos evolucionaron totalmente al aire libre,
bajo el sol tropical. Al igual que el aire, el agua y la comida, la luz
solar era uno de nuestros insumos más indispensables. La evolución nos dotó
de una forma de proteger nuestra dermis ante dosis excesivas de radiación: la
melanina, un bloqueador solar natural. Nuestros ancestros de piel oscura
produjeron tanta melanina que nunca se preocuparon por el sol. Los individuos
negros casi nunca padecen melanomas. En las raras ocasiones en que los aqueja
un melanoma, este es particularmente letal, aunque suele ser del tipo que
aparece en las palmas, en las plantas o bajo las uñas, y su origen no es la
exposición al sol. Al mismo tiempo, los afrodescendientes tienen una mayor
incidencia de diabetes, cardiopatías, apoplejías, cánceres internos y demás
trastornos que parecen remitir ante la presencia de luz natural, de la que
quizá no estén recibiendo suficiente. Dado que por lo general presentan
concentraciones más altas de melanina, requieren de una mayor exposición al sol
para producir compuestos como la vitamina D; además, cuentan con una menor
capacidad de almacenarlos para días cortos o nublados. Tienen mucho que ganar
del sol y poco que temer. Y, aun así, los miembros de esta categoría y otras
personas de color reciben advertencias en el sentido opuesto. En su página de
Internet, la Academia Americana de Dermatología recomienda “que todos, sin
importar su tono de piel, se protejan de los dañinos los rayos UV del sol
resguardándose bajo la sombra, usando ropa a fin de cubrirse y protector solar
resistente al agua con un factor de protección solar, o FPS, de 30 o mayor”.
Eso le exaspera a Weller. “La industria cosmética ahora está presionando a
las personas de piel oscura para que usen protector solar”, exclama. “Es
una estrategia publicitaria”.
Cambio de tendencia en la exposición solar
Muchos expertos coinciden en los beneficios de los rayos
solares. La advertencia en Australia cambió en 2005. Cuando el índice de rayos
UV es inferior a 3, la recomendación oficial es: “No se recomienda
protegerse del sol a menos que se esté afuera durante mucho tiempo o cerca de
superficies reflectoras, como la nieve. Para estimular la producción de
vitamina D, pase tiempo al aire libre a mediodía con algo de piel al
descubierto”. La Asociación Británica de Dermatólogos fue un paso más allá: “Disfrutar
del sol de forma segura, cuidando de no quemarse, puede ayudar a gozar los
beneficios de la vitamina D sin aumentar demasiado el riesgo de padecer cáncer
de piel”. Leffell sugiere abordar el tema de forma “sensata”. “Nunca les he
aconsejado a mis pacientes esconderse bajo una roca, solo que usen el sentido
común y tengan presente la exposición acumulada al sol y las quemaduras, sobre
todo”, me comentó. Por supuesto, los expertos coinciden en que las
quemaduras solares —especialmente aquellas sufridas en la niñez y en la
adolescencia— son dañinas. La decisión es suya. Las necesidades
individuales varían mucho dependiendo de la estación del año, la latitud donde
se encuentre, el tono de piel, la historia personal, la filosofía de vida y
muchos otros elementos. Es imposible dar una recomendación universal. Un mundo
de aventuras saludables al aire libre lo espera. Desde hoy, yo mismo tomaré
baños de sol.