El acto de rechinar los dientes mientras dormimos puede
tener más consecuencias de las que imaginamos.
Acto inconsciente o involuntario de crujir los dientes,
normalmente durante el sueño. Así se define el bruxismo, un mal que, según
algunas mediciones, ha afectado —al menos una vez— a más del 80 % de los
chilenos. Pero, ¿qué debemos saber para identificarlo y tratarlo correctamente?
Eso es, justamente, lo que abordaremos en este artículo.
Cuáles son las causas del bruxismo
Lo primero y fundamental es entender que el bruxismo es
una manifestación del cuerpo que busca decirnos que algo no está bien. Esto
aplica a todos los ámbitos de la salud; pues, desde pequeños, debemos aprender
a escuchar a nuestro organismo e interpretar las alertas que nos da.
Un dolor de cabeza puede querer decir que tenemos los ojos cansados,
el estómago hinchado puede significar que algo que comimos no nos ha hecho bien
y lo mismo aplica para el bruxismo que, finalmente, es un síntoma, más que una patología
en sí misma.
Si bien las causas que conducen a este molesto cuadro no
están completamente definidas, las razones más comunes están habitualmente
ligadas a las actividades que tenemos durante el día y al estilo de vida que cultivamos.
La ansiedad, el estrés o la frustración son estados encontrados, a menudo, en
el origen del bruxismo, tanto en los niños como en los adultos.
Del mismo modo, ocurre cuando las horas de sueño no son de calidad: ni el cuerpo ni la mente descansan completamente, activándose,
entonces, la acción de presionar y crujir los dientes de arriba contra los
de abajo o en movimientos laterales. A veces, con tanta fuerza que podemos
llegar a despertar a quien está a nuestro lado.
Junto con estas razones existen otras que debemos considerar:
desalineamiento de los dientes, que genera un desbalance de la mordida, musculatura
y articulación; los efectos secundarios a ciertos medicamentos; el tipo de dieta;
el reflujo gastroesofágico y el síndrome de apnea hipopnea obstructiva del
sueño.
¿Cómo saber si tengo bruxismo?
Más allá de los motivos que, como vemos, son múltiples, ¿de
qué manera puedo saber que estoy siendo víctima del bruxismo? En este punto es conveniente
buscar algunos síntomas: dientes sueltos, astillados o fracturados sin razón
aparente; dientes aplanados o superficie desgastada, exponiendo a veces el nervio
del diente; el aumento de la sensibilidad dentaria; los dolores o fatiga
muscular en los maxilares y en la cara, especialmente junto a los oídos; o
cefaleas frecuentes.
Si te identificas con algunos de estos, lo primero que
debes hacer es consultar a un dentista, pues —sin importar las causas— son
tus dientes los que están sufriendo las mayores consecuencias. La buena
noticia es que hay solución y, para dar con ella, lo crucial es realizar un
buen diagnóstico y determinar cuál es el tratamiento adecuado.
En la mayoría de las ocasiones, los planos de relajación
son sumamente indicados para “resolver” el bruxismo. Sin embargo, tienden a
ejecutar un tratamiento más paliativo que ser una solución de raíz. La
ortodoncia, en cambio, juega un rol importante al permitir alinear los dientes
y las estructuras adyacentes, logrando balancear la musculatura y la articulación
y solucionando, de este modo, el desbalance que puede llevar al bruxismo.
Más específicamente, cuando se ocupa ortodoncia lingual, se
utilizan topes posteriores de altura que aumentan la dimensión vertical por un periodo
determinado de tiempo, lo cual puede ayudar a disminuir la actividad de
bruxismo de día o de noche. Otro aspecto que puede contribuir es un cambio
en los hábitos de alimentación. Comer en trozos más pequeños y evitar alimentos
pesados durante la noche, para que el sistema digestivo trabaje menos y genere menor
acidez y reflujo, son buenas medidas