Esta afección, que genera incomodidad y vergüenza, es mucho
más común de lo que se cree.
La salud es un tema integral, donde diversos ámbitos se
combinan para lograr el tan ansiado bienestar. En ese sentido, existen ciertas
patologías que, teniendo un origen específico, terminan repercutiendo en los aspectos
físico, familiar, social, sexual e —incluso— psicológico. Una de ellas es la
incontinencia urinaria. Entrar en su definición, alcances, origen y tratamiento
es el objetivo de este artículo. La incontinencia urinaria es un trastorno
en el cual una persona experimenta una pérdida involuntaria de orina, pudiendo ser
pequeñas o grandes cantidades, lo cual se traduce en que no puede controlar cuándo
ni dónde orina.
A quiénes afecta la incontinencia
Si bien puede afectar a personas de todas las edades, es
mucho más frecuente en mujeres, especialmente durante el embarazo y el parto.
Del mismo modo, es usual encontrarla en deportistas, especialmente en los
dedicados a disciplinas donde se tienen que realizar grandes esfuerzos o se
está expuesto a rebote constante, y en adultos de la tercera edad o con sobrepeso.
Conociendo los grupos de la población que son más vulnerables, es importante
considerar que existen diferentes tipos de incontinencia.
Tipos de incontinencia
La llamada “de esfuerzo”, que refiere a cuando se ejerce
presión intrabdominal al reír, toser, estornudar o levantar objetos pesados.
La “de urgencia”, que se caracteriza por una necesidad súbita y fuerte de orinar, a menudo seguida de una pérdida de control antes de llegar al baño.
También está la incontinencia “mixta”, que mezcla rasgos de las dos
anteriormente mencionadas. Por su parte, la incontinencia “por rebosamiento”, se
da cuando la vejiga no se vacía completamente y se presenta una pérdida constante
de pequeñas cantidades de orina. Y por último, tenemos la de causa neurológica,
que es efecto de problemas físicos o mentales que dificultan llegar al baño a
tiempo.
A la luz de estas tipologías, queda de manifiesto que la
incontinencia urinaria no tiene una sola causa y puede deberse a múltiples factores
como debilidad del suelo pélvico, envejecimiento, obesidad, enfermedades neurológicas
y cirugías previas, entre otros.
Un punto fundamental, indistintamente de las razones que la
gatillen, el género del paciente o su edad: es clave que las personas no vean
estas fugas de orina como “normales” y soliciten ayuda profesional, pues solo de
esa forma se podrán diagnosticar de forma adecuada y seguir un buen tratamiento
que evite repercusiones negativas en el día a día. Para ello, se debe realizar
una completa evaluación médica, la que puede incluir: historia clínica,
exámenes físicos y pruebas específicas, como la urodinamia, que evalúa la
función de la vejiga y la uretra.