Seguir una receta uniforme para bajar de peso va
desapareciendo como método entre los profesionales de la nutrición.
Fuente: Theconversation.com
En 2011, por primera vez en la historia de la evaluación del
riesgo para la salud en este ámbito, 15 dietas fueron estudiadas por ANSES. Todas
tenían consecuencias comunes: la restricción energética mediante el control
de la ingesta de alimentos y la eliminación de al menos una categoría de
alimentos conducen a deficiencias en ciertos minerales, vitaminas, fibras;
o excesos en proteínas, sodio; consecuencias psicoconductuales, biológicas,
fisiopatológicas, masa muscular, equilibrio hormonal, estado óseo, funciones
renales y hepáticas.
Dietas restrictivas, desequilibrios nutricionales
Además, existe una paradoja: el efecto, a veces, espectacular
a corto plazo de estas dietas enmascara el principal riesgo para la salud, la
recuperación casi sistemática del peso, que se observa en el 80 % de los casos
un año después de la dieta y en el 95 % de los casos en cinco años. Esta
observación hace que sea un tema de salud pública que sigue siendo relevante en
2022.
Lo es, sin duda, porque la dieta para adelgazar se vive
como una medida transitoria. Se convierte en un paréntesis, a pesar de que
podría ser el camino hacia un comportamiento dietético que sostenga el retorno
al equilibrio nutricional o, incluso, que apunte a mejorar los parámetros
metabólicos, cardiovasculares y psicológicos.
Sin embargo, las limitaciones generan un estrés psicológico
y fisiológico que pocos son capaces de soportar a largo plazo. Es en este
contexto donde la actividad física y un enfoque nutricional razonable adquieren
toda su importancia. Son necesarios para el mantenimiento de la salud a
largo plazo y la prevención del aumento de peso repentino.