Descubra cómo fue el viaje de este grano a través de la historia.
La palabra “café” proviene
del término turco kahve, a su vez, procedente del árabe, qahwa, a través del
italiano. El término árabe sería una abreviación de la expresión qahhwat al-bun
o planta de café. Un posible origen de la palabra se encontraría en el Reino de
Kaffa en Etiopía, de donde procedería la planta del café; su nombre allí es bunn
o bunna.
Primeros usos del café
Existen varios relatos
legendarios sobre el origen de la bebida en sí. Uno de ellos involucra al
místico sufí yemení Ghothul Akbar Nooruddin Abu al-Hasan al-Shadhili. Según
esta leyenda, mientras viajaba por Etiopía, observó unas aves de vitalidad
inusual y, al probar las bayas que las aves estaban comiendo, experimentó la
misma vitalidad. Otro relato involucra al pastor de cabras, Kaldi, quien se
percató de los efectos energizantes cuando su rebaño mordisqueó las bayas
rojas y brillantes de cierto arbusto, mascando la fruta en sí. Su júbilo lo
indujo a llevar las bayas a un venerado musulmán en un monasterio cercano; pero
dicha persona desaprobó su uso y lo echó al fuego, de donde emergió un aroma
atrayente. Los granos tostados fueron rápidamente extraídos de las brasas y
disueltos en agua caliente con sal, produciendo la primera taza de café en el
mundo.
Los
ancestros etíopes de la actual tribu oroma fueron los primeros en haber
reconocido el efecto energizante de la planta de café nativa la cual preparaban con sal debido al
poco comercio que existía con el azúcar. Se han llevado a cabo estudios de
variabilidad genética sobre diversos tipos de Coffea arabica y se ha encontrado
una baja diversidad, pero que retiene alguna heterozigocidad residual de
materiales ancestrales y relacionados directamente de las especies extendidas
de Coffea canephora y C. liberica; sin embargo, hasta ahora no se ha hallado
evidencia que indique en qué parte de África creció el café o entre qué nativos
habría sido usado como un estimulante o conocido con anterioridad al siglo
XVII.
Expansión del café en el mundo islámico
La
palabra café procede de la palabra árabe qahwah que significa «estimulante». La bebida se expandió desde Etiopía y llegó a
los países árabes (Persia, Yemen, Arabia), donde el primero que describió el
café fue el médico y botánico alemán Léonard Rauwolf en 1583:
“Una bebida tan negra como
la tinta, útil contra numerosos males, en particular los males de estómago.
Sus consumidores lo toman por la mañana, con toda franqueza, en una copa de
porcelana que pasa de uno a otro y de la que cada uno toma un vaso lleno. Está
formada por agua y el fruto de un arbusto llamado bunnu».
En la
época en la que se introdujo el café ya había varios conflictos con la
prohibición del alcohol en estos países islámicos debido a su religión. Tras la llegada del café
aparecieron las cafeterías (la primera cafetería se inauguró en 1475 en
Constantinopla), se convirtieron en la cuna del liberalismo donde se reunían
los intelectuales, principalmente filósofos y letrados, por ello los imanes
ortodoxos y conservadores quisieron prohibir el consumo del café en La Meca en
1511 y en El Cairo en 1532. Sin embargo, la corriente de ideas que se habían
implantado en los países a través de estos establecimientos y la popularidad de
la bebida hizo que las autoridades tuvieran que revocar dicha ley.
El café, ¿una amenaza para el orden público?
En La Meca, el 20 de junio de
1511, el emir Khair Bey observó a un grupo de hombres bebiendo café. Observó
las características particulares y juntó a un grupo de doctores y juristas para
decidir si la bebida se ajustaba al Corán, que prohíbe toda forma de
intoxicación. Como observa Antony Wild, es fácil olvidar que el café es una
potente droga, cuya introducción necesita de un consenso cultural, pero no de
un consenso médico en Occidente. Por ello, agitados debates acompañaron a
los inicios de la introducción del café en el mundo islámico. El entusiasmo
era tal que una ley turca de la época sobre el divorcio precisaba que una mujer
puede divorciarse de su esposo si éste no llegaba a proporcionarle una dosis
diaria de café.
En 1511,
Khair Bey hizo cerrar todas las cafeterías, llevando a cabo además una campaña
de desinformación contra los perjuicios del café, cuando se enteró de que las críticas contra su
poder provenían de bebedores de café. El cierre de las cafeterías causó
rebeliones, lo que incitó al gobernador de Egipto a cancelar la prohibición. El
consumo de café pudo entonces proseguir su desarrollo. En 1630 había ya un
millar de cafeterías en El Cairo. La prohibición volvió de nuevo a Europa, tras
la apertura de las cafeterías y, curiosamente, por las mismas razones, es
decir, por creer que la ingesta de café desarrolla el espíritu crítico,
favoreciendo probablemente los intercambios intelectuales entre consumidores.
Llegada del café a Europa
El café llegó a Europa
alrededor del año 1600, gracias a los mercaderes venecianos. Se aconsejó al
Papa Clemente VIII prohibir el café, pues representaba una amenaza de los
infieles. Después de haberlo probado, este último bautizó la nueva bebida,
declarando que dejar sólo a sus infieles el placer de esta bebida sería una
lástima. El café fue bien recibido por los monjes por las mismas razones que
los imanes: permite mantenerse despierto durante mucho tiempo y mantener el
espíritu limpio. Los musulmanes, celosos de sus plantas de Coffea arábica,
prohibieron su exportación. En 1650, un peregrino musulmán, Baba Budan, llegó a
tomar siete plantas en la India, que plantó en Mysore’ y cuyas plantas
descendientes subsisten todavía hoy.
Moca era también el puerto
principal de la única ruta marítima a la Meca, el lugar más concurrido del
mundo en aquella época. Los árabes, sin embargo, tenían una rigurosa política
de no exportar granos fértiles de café, para que no se pudiese cultivar en
ningún otro lugar. El grano de café es la semilla del cafeto, pero cuando se le
quitan las capas exteriores se vuelve infértil. Muchos fueron los intentos que
se hicieron para lograr llevarse algunos cafetos o granos fértiles, pero esa
carrera la ganaron por fin los holandeses en 1616, que consiguieron llevarse
algunos a Holanda y allí los cultivaron en invernaderos.