Cada vez más
frecuentes en la sociedad actual, los ataques de pánico y de ansiedad pueden
confundirse fácilmente.
La ansiedad
puede ocurrir cuando una persona teme que algo malo va a suceder. Este término hace referencia a un sentimiento
de temor o preocupación que a menudo se relaciona con un problema o inquietud
en particular. La ansiedad se ha relacionado con el estrés y con un
evento o situación específica. Además de los sentimientos de miedo y
preocupación, suele también haber síntomas físicos, como la tensión muscular. Es
diferente de un ataque de pánico, que puede ocurrir sin ningún
desencadenante específico y cuyos síntomas son mucho más graves que los
síntomas de la ansiedad.
¿Cuáles son las diferencias principales entre ambos?
Un ataque de
ansiedad:
• puede tener un
desencadenante específico, como un examen, problemas en el trabajo, problemas de
salud o emocionales.
• no es una
afección diagnosticable; es menos grave que un ataque de pánico.
• suele
desarrollarse gradualmente.
• implica
síntomas físicos, como latidos cardíacos acelerados o la sensación de un nudo
en el estómago.
Un ataque de
pánico:
• no tiene un
disparador específico; puede ser un síntoma de trastorno de pánico, una
afección diagnosticable.
• presenta varios
síntomas.
• puede suceder
en una persona que se sienta tranquila o ansiosa.
• presenta
síntomas físicos y sentimientos de terror tan intensos que la persona teme una
pérdida total de control o la muerte inminente.
• a menudo ocurre
de manera repentina e inesperada y dura entre unos minutos y una hora, aunque
el impacto negativo puede continuar.
El término
“ataque de ansiedad” no figura en el Manual de Diagnóstico y Estadística de la
Asociación Americana de Psicología, 5a edición (también llamado DSM-V). En
cambio, los ataques de pánico son un síntoma de trastorno de pánico en el
DSM-V, y solo un profesional con matrícula puede diagnosticar este trastorno.
Diferencias en los síntomas del pánico y la ansiedad
Tanto el pánico como la ansiedad pueden involucrar miedo, latidos cardíacos acelerados, mareos, dolor en el pecho, dificultad para respirar y pensamientos irracionales. Sin embargo, en un ataque de pánico, estos son mucho más graves. Quien lo padece puede creer genuinamente que va a morir, y es más probable que requiera atención médica. La ansiedad —leve, moderada o grave— puede ser una respuesta a una preocupación o miedo específicos. Tiende a desarrollarse de forma gradual y a prolongarse durante algún tiempo. Quien la sufre, se preocupa o se angustia desde el principio y puede tener la sensación de que con el solo hecho de que se resuelva este problema, todo estará bien. Un ataque de pánico puede ocurrir sin previo aviso, y no hay forma de prevenirlo. Puede suceder aunque la persona se sienta tranquila o ansiosa, e incluso mientras duerme. No suele haber una causa obvia, y el nivel de miedo es desproporcionado con respecto al desencadenante. De hecho, según la Asociación Americana de Psicología (APA), la reacción no está relacionada con la situación. Un ataque de pánico comienza repentinamente, los síntomas alcanzan su punto máximo después de diez minutos y suelen disminuir después de 30 minutos, más o menos, aunque los efectos pueden durar más.