Algo tan simple como el contacto físico entre personas puede
desencadenar una serie de reacciones cerebrales.
Cada dos o tres meses Thyago Ohana se pasea por las calles
de Viena con un letrero que dice “Abrazos gratis”. Este apuesto brasileño de
32 años, que trabaja en comercio exterior en la embajada de la India en la
capital austríaca, elige un sitio concurrido, como la histórica calle
comercial Kaerntner Strasse, sonríe con encanto y ofrece los brazos a toda persona que desee ser estrechada por ellos. Hace esto porque un día de
2012 en que se sentía estresado y ansioso durante una visita a París, un
desconocido le dio un abrazo. Thyago jamás olvidará la inesperada sensación
de paz y alegría que experimentó. A los que aceptan su ofrecimiento, el
abrazo los hace reír y sonreír, pero a veces les aporta más, como a una
mujer mayor de un grupo de turistas que se detuvo frente a Thyago y le
preguntó si podía recibir un abrazo suyo.
—¡Claro que sí! —le contestó él, y la envolvió con los
brazos. Cuando separaron los cuerpos, la mujer lo sujetó por los hombros y lo
miró a los ojos.
—Muchas gracias —le
dijo—. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que recibí un abrazo así.
Esas palabras todavía emocionan a Thyago. “Fue un
momento muy poderoso de contacto humano —afirma—. Por eso sigo dando abrazos”.
La importancia del tacto
Uno de los principales investigadores del tacto en el mundo
es el doctor Håkan Olausson, profesor de Neurociencia Clínica en la
Universidad de Linköping, en Suecia. Él formaba parte de un equipo que descubrió
las fibras aferentes táctiles C, que se encargan de captar y transmitir el
significado emocional de las caricias y los tocamientos lentos y suaves. Estos
nervios reaccionan mejor cuando los toca algo que esté a unos 32 °C, la
temperatura de la mano humana. “Son especialmente sensibles a las caricias de
otras personas —dice Olausson—, pero también responden a muchos otros tipos de
contacto, como la presión en la piel”. Si las fibras táctiles C no
funcionan correctamente, nuestros vínculos emocionales con los demás pueden
verse afectados.
Según un estudio realizado por el neurocientífico Francis
McGlone en la Universidad John Moores de Liverpool, Inglaterra, los niños
autistas tal vez presenten un funcionamiento diferente de las fibras táctiles
C, lo que hace que hasta una suave caricia de otra persona les resulte
desagradable.
Qué pasa con el tacto al envejecer
Al envejecer, nuestro sentido del tacto se vuelve menos
sensible, pero el doctor Olausson y otro equipo de investigadores descubrieron
que el placer del contacto se conserva e incluso aumenta con los años.
Pero como bien sabe Thyago Ohana, aunque los adultos mayores aprecian más el
contacto, suelen ser quienes más carecen de él. El doctor Manuel Arroyo-Morales,
profesor de Fisioterapia en la Universidad de Granada, España, y sus colegas estudian
“el efecto de las manos en el cuerpo humano”. Les interesa sobre todo conocer el
impacto del masaje terapéutico en los enfermos de cáncer. Han observado
que este tipo de masaje reduce parcialmente el dolor y la fatiga, fortalece el
sistema inmunitario y mitiga la ansiedad. ¿Y cómo podemos obtener más
contacto amoroso en nuestra vida cotidiana mientras estamos sanos? Para
algunos, la respuesta es las “fiestas de abrazos”, eventos sociales no sexuales
de tres horas de duración en los que los participantes hacen justo eso:
abrazarse. Somos seres de tacto y no olvidarlo nos hace bien.