Son muchos los juicios y las creencias que tenemos
incorporados que lo único que hacen es socavarnos la autoestima.
Creencias inadecuadas, autoexigencias, carencia de estímulos
positivos, emociones negativas, victimización. Estos son los pecados que
atentan contra la autoestima y afectan nuestra voluntad y energía de vivir.
Aprenda a combatirlos.
La autoestima se construye todos los días, desde nuestro
interior, pero siempre en relación a lo que nos pasa con nuestro
contexto. Es necesario, entonces, mantener un equilibrio en ambos órdenes.
Las personas se conocen a sí mismas, y saben que hay situaciones que pueden
afectarlas más que otras, por lo que tratan de evitarlas, de no pasar por ellas.
Pero ¿qué se esconde bajo estos hechos?
Los enemigos de la autoestima
1. Creencias inadecuadas
Desde que somos niños, la sociedad nos inculca un sistema
de creencias, de normas. Cada una de ellas consiste en “lo que se puede
hacer” y “lo que no se puede hacer”. A medida que vamos creciendo, cambiamos,
nos transformamos —pues nuestros deseos son otros— y con nosotros también
cambian algunas de estas normas... aunque muchas perduran. Un sistema de
creencias determina lo que uno cree que no puede hacer, y lo que cree que puede
hacer. De esta forma, lo tenemos como premisa, se presenta como preexistente, se
toma como real. Generalmente, viene acompañado de mensajes anteriores, mensajes
“frenadores” que nos acompañan desde chicos. Estos mensajes frenadores provocan
que, muchas veces, creamos como real lo que no es: por ejemplo, que no somos
buenos en la cocina. Al hacer esto, frenan nuestro crecimiento personal. Para
poder identificar las creencias inadecuadas, es fundamental prestar atención a
nuestro comportamiento: si recurrentemente evitamos cierto tipo de situaciones,
porque nos provocan angustia e inhibición, es porque creemos que eso no es para
nosotros. ¿Cómo resolver este problema? Para poder avanzar es necesario regraduar
nuestra mente con mensajes más sanadores para fortalecerla. Ahora bien
¿cómo regraduar la mente? Viendo y sintiendo lo positivo de cada persona, cosa o
situación. Hay que sentir, además, que equivocarse no es tan grave como se
cree; debemos reducir los niveles de exigencia. Debemos transformar los
mensajes frenadores en mensajes propulsores, se trata de empezar a incluir
frases del tipo “puedo”, “voy a intentar”; “se puede”, “si me equivoco, voy a corregirlo”.
2. Autoexigencia
Se trata de mensajes de perfección que continuamente nos
repetimos a nosotros mismos. “Si no queda perfecto, no lo voy a
hacer”, “hasta que no esté excelente, no paro”, son algunos de los pensamientos
de las personas que padecen autoexigencia. Ellas, además, suelen plantearse metas muy altas, tan altas, que nunca llegan a concretarse, y que ubican al
autoexigente en un círculo de tensión y angustia del que es difícil salir.
Pero... ¿cómo desarticulo la autoexigencia? Primero debe
entender que la perfección es divina, nunca humana. Los equívocos siempre
están, porque son parte del camino del aprendizaje. Equivocarse es humano, y de
los errores siempre se aprende.
¿Cómo cambiar nuestra perspectiva?
• Empiece a ver lo positivo de las cosas, y no se centre en
las negativas.
• Elimine frases como “el día estuvo buenísimo, pero....”.
Trate de erradicar los “pero”.
• Sea realista con los objetivos que se propone, porque
seguramente esté pecando de idealista. Cada vez que se proponga una meta,
calcule los tiempos que le llevará realizarla, pero no se sobreexija: un
mes o seis meses no harán mella en su diagrama anual.
• Ir paso a paso.
• No se preocupe tanto por los resultados, esté más atento
al proceso.