Lo que hacemos como padres
determina de manera inevitable el futuro desarrollo de nuestros hijos.
Symonds explica: “Nuestros hallazgos subrayan la importancia de hacer
todo lo posible para garantizar que los padres reciban apoyo para brindar a sus
hijos una crianza cálida y positiva, especialmente si circunstancias más
amplias ponen a esos niños en riesgo de resultados de salud mental deficientes.
Evitar un clima emocional hostil en el hogar no evitará necesariamente que
ocurran resultados de salud mental deficientes, pero probablemente ayudará”. Si bien la crianza
de los hijos es ampliamente reconocida como un factor que influye en la salud
mental de los niños, la mayoría de los estudios no han investigado cómo afecta su
salud mental con el tiempo, o cómo se relaciona con los síntomas de
internalización y externalización juntos. Los investigadores utilizaron datos de 7.507 participantes en el estudio longitudinal
de niños y jóvenes 'Growing up in Ireland'. Los datos de salud mental se
capturaron utilizando una herramienta de evaluación estándar llamada
“Cuestionario de fortalezas y dificultades”. Cada niño recibió una puntuación
compuesta de 10 puntos para sus síntomas de externalización e internalización a
las edades de tres, cinco y nueve años. Se utilizó una segunda evaluación estándar
para medir el estilo de crianza experimentado por los niños a los tres años.
¿Paternidad cálida, consistente u hostil?
Se perfiló a los padres en
función de su inclinación hacia cada uno de los tres estilos: crianza cálida
(de apoyo y atento a las necesidades de sus hijos); consistente (establecer
expectativas y reglas claras) y hostil. Los investigadores encontraron que,
según las trayectorias a lo largo de las cuales se desarrollaron los síntomas
de salud mental entre los tres y los nueve años, los niños se dividieron en
tres categorías amplias. La mayoría (83,5 %) eran de bajo riesgo, con
puntuaciones bajas de síntomas de internalización y externalización a los tres
años, que luego disminuyeron o se
mantuvieron estables. Unos pocos (6,43 %) fueron de riesgo leve, con puntajes
iniciales altos que disminuyeron con el tiempo, pero que se mantuvieron más
altos que el primer grupo. El 10,07 % restante eran de alto riesgo, con
puntajes iniciales altos que aumentaron a los nueve años.