Algo que se ha vuelto tan cotidiano como insultar tiene
efectos profundos en quien recibe ese insulto.
Escuchar insultos es como recibir una “pequeña bofetada”,
independientemente del contexto preciso en el que se produzca el insulto.
Esa es la conclusión de un nuevo artículo publicado en Frontiers in
Communication. Los investigadores utilizaron electroencefalografía (EEG) y
registros de la conductividad eléctrica de la piel para comparar el impacto
a corto plazo de los insultos verbales repetidos, con el de las evaluaciones
positivas o neutrales repetidas. Los resultados nos brindan una oportunidad
única para investigar la intersección entre la emoción y el lenguaje.
Sabemos que las palabras pueden doler, pero conocemos poco acerca de cómo se
produce el impacto de las palabras cuando alguien procesa un insulto.
Las emociones y el lenguaje
“La forma exacta en que las palabras pueden transmitir su carga ofensiva y emocionalmente negativa en el momento en que se leen o
escuchan estas palabras aún no se comprende bien”, dice la autora
correspondiente, la Dra. Marijn Struiksma, de la Universidad de Utrecht,
Holanda.
Para explorar el tema, se aplicaron EEG y electrodos de
conductancia cutánea a 79 mujeres participantes. Luego se leyeron una serie de
declaraciones repetidas que realizaban tres actos de habla diferentes: insultos
(por ejemplo, “Linda es horrible”), elogios (por ejemplo, “Linda es
impresionante”) y declaraciones descriptivas neutrales y objetivamente
correctas (por ejemplo, “Linda es holandesa”). Para examinar si el impacto de
las palabras dependía de a quién se refería la declaración, la mitad de los
tres conjuntos de declaraciones usaban el nombre del participante y la otra
mitad usaba el nombre de otra persona. El experimento no involucró una
interacción real entre los participantes y otro ser humano. A los participantes
se les dijo que las declaraciones estaban siendo pronunciadas por tres hombres
diferentes.
Minibofetadas en la cara
En el escenario del experimento, los insultos se
percibieron como minibofetadas en la cara, explicó Struiksma: “Nuestro
estudio muestra que, en un experimento de laboratorio psicolingüístico sin
una interacción real entre los hablantes, los insultos entregan 'minibofetadas
en la cara' (como reacción), de modo que las palabras evaluativas
fuertemente negativas involucradas que un participante lee, captan
automáticamente la atención durante la recuperación léxica, independientemente
de la frecuencia con la que ocurra esa recuperación”. Los resultados muestran
una mayor sensibilidad de nuestro cerebro a las palabras negativas en
comparación con las palabras positivas. Un insulto capta inmediatamente la
atención de nuestro cerebro, ya que el significado emocional de los insultos se
recupera de la memoria a largo plazo. Los elogios provocaron un efecto menos
fuerte, mostrando un sesgo de negatividad en la cantidad de atención que se
asigna automáticamente a situaciones interpersonales negativas versus
positivas.