Saber qué tipos de memoria existen nos puede ayudar a
identificar si existe algún problema.
Qué bien se siente y qué estímulo para nuestra autoestima,
cuando –en una conversación– somos los primeros en recordar un nombre, fecha o
lugar. Esa íntima satisfacción al darse cuenta de que “la cabeza sigue funcionando”.
Por el contrario, podemos llegar a sentirnos bastante defraudados al
advertirnos a nosotros mismos: “Te está fallando la memoria”, no solo una
noche, ya cansados; sino que nos comienza a costar recordar datos. O, peor,
incluso se nos vuelve recurrente el olvido de las llaves, dirigirnos a un sitio
y no recordar a qué fuimos. ¿Será que se nos está yendo la memoria? Para no
caer en exageraciones, lo primero es descartar aquellos factores que puedan estar
influyendo en la pérdida y que permitan ser corregidos o tratados. Entre
las que cabe destacar algunas enfermedades o simplemente el estilo de vida que
estamos llevando. La falta de sueño es un “villano” habitual en este último
caso.
Tres tipos de memoria
Entonces, debemos ser capaces de identificar si estamos
frente a un problema menor, quizás porque no estábamos prestando la debida
atención en un cierto momento. Tan simple como eso. El hecho de que nos
olvidemos de algo cotidiano es muy común, porque estamos llenos de pensamientos
o haciendo mil cosas a la vez. Existe, a este respecto, una clasificación que
resulta muy clarificadora y refi ere a tres tipos de memoria:
1. La memoria sensorial, que es percibida a través de
los sentidos, aquella que nos permite hacer un enlace rápido al momento de
querer recordar algo (memoria emotiva).
2. La memoria de corto plazo, que tiene la capacidad
para mantener una pequeña cantidad de información, de forma que se encuentre
inmediatamente disponible durante un corto periodo. Por ejemplo, recordar
un número de teléfono o lo que hice el fin de semana.
3. La memoria a largo plazo, en la cual almacenamos
recuerdos que duran a lo largo del tiempo. La explicación avalada por los
expertos es que el cerebro filtra, va escogiendo y priorizando, porque recordar
con tanto lujo de detalle, deja sin descanso a nuestra mente y nuestras
emociones.
Otras causas que estarían a la base de las alteraciones
de la memoria, es el estrés; en ocasiones, causa de los frecuentes olvidos.
Una de las zonas principales del cerebro en- cargadas de los recuerdos y, a la
vez hipersensible al cortisol (hormona de estrés), entre otras estructuras, es
el hipocampo. Como vivimos constantemente estresados, el hipocampo se bloquea, afectando nuestra capacidad de recordar (en ocasiones, muy útil,
como factor protector ante hechos traumáticos). Otras causas de deterioro de la
memoria son atribuibles a la toma de ciertos medicamentos, el consumo de
drogas, dolores emocionales, la depresión, el alzhéimer, etc.