Las
dolencias de la mente se manifiestan en el cuerpo. ¿Cómo hacemos para cuidarnos
y estar bien, por dentro y por fuera?
La buena salud de nuestro cerebro depende estrechamente del mantenimiento
cuidadoso de nuestro cuerpo, de un estilo de vida apropiado y de la calidad de
nuestras relaciones sociales. Esa interdependencia entre nuestro estado mental
y nuestro estado físico sale a la luz, sobre todo por la existencia de males
que afectan a la vez nuestra mente y nuestro cuerpo.
Enfermedades psicosomáticas
Más de la mitad de las enfermedades sometidas a la
consideración de los médicos son llamadas psicosomáticas, adjetivo formado por
psico-, lo relativo a la mente, y por somático, que define lo que se refiere al
cuerpo. Están caracterizadas por problemas orgánicos o funcionales
cuantificables provocados, favorecidos o amplificados por fenómenos afectivos y emocionales. Su centro depende de las predisposiciones biológicas de cada uno y
su grado depende de la intensidad de la alimentación de lo fisiológico por lo
psicológico y viceversa. Perjudican, principalmente, a los individuos que
tienen dificultades para exteriorizar sus emociones, más bien sensibles y
angustiados, que experimentan importantes problemas de adaptación o que
presentan fuertes pulsiones agresivas que expresan por esta vía su sufrimiento.
Nudo en el estómago
Bajo el efecto de una emoción intensa como el estrés, el
sistema nervioso simpático va a estimular la secreción de adrenalina y de
noradrenalina, provocando así un aumento de la presión arterial y del azúcar.
Nuestro cerebro, nuestro corazón y nuestros músculos serán alimentados entonces
más rápidamente por sangre, reacción destinada en principio a afrontar mejor un
combate o huir lo más rápido posible. Esos episodios de estrés, si son demasiado
frecuentes o de una duración demasiado larga, pueden contribuir a causar una
diabetes o una enfermedad cardiovascular. Pueden también suscitar una
producción excesiva de cortisol, una hormona capaz de debilitar las defensas
inmunitarias lesionando ciertos tejidos necesarios para la destrucción de
agentes patógenos. Uno de los ejemplos más corrientes de este fenómeno es la
úlcera de estómago. La mayor vulnerabilidad de un individuo muy estresado puede
favorecer en él la proliferación de la bacteria Helicobacter pilori, que
origina la infección. De una manera general, un buen número de afecciones digestivas, como la colitis espasmódica y la rectocolitis, presentan un fuerte
componente psicosomático.
De los pies a la cabeza
Las migrañas son afecciones psicosomáticas corrientes.
Cuando hay un terreno fisiológico favorable, afectan, a menudo, a los
perfeccionistas exigentes con ellos mismos y con tendencia a refugiarse en el repliegue
sobre ellos mismos. Una sucesión de esfuerzos les provocará una
hiperestimulación del sistema nervioso simpático, seguida de una brusca
variación del índice de serotonina, un neurotransmisor implicado especialmente
en los mecanismos de control del sufrimiento, acompañada de una vasodilatación
dolorosa. Entre las diferentes enfermedades cutáneas, el eczema, la urticaria,
el prurito y sobre todo la soriasis y el liquen plano conllevan un importante
componente psicosomático.
Un estudio realizado en los Estados Unidos en personas que
habían sufrido dolores dorsales y que temían el desencadenamiento de otros,
demostró que haciendo gestos cotidianos contraían en exceso ciertos músculos y
multiplicaban gestos inútiles, hasta el punto que aumentaron un 27% ciertas
consultas. Otros sujetos que no sentían ninguna presión efectuaban los mismos
gestos adoptando posiciones más adecuadas y, por lo tanto, menos susceptibles
de ocasionar dolores.