Aunque los niños se sientan atraídos por el humos
escatológico, poner límites puede empeorar la situación.
Para comprender por qué su hijo está tan obsesionado con el
humor escatológico, puede ser útil entender su relación con el humor en sí
mismo. En su libro de 1905, El chiste y su relación con lo inconsciente, Freud describe
tres fases del humor que la propia Bergen confirma con sus investigaciones y
asocia a edades aproximadas: la primera etapa, “jugar”, tiene lugar entre
los dos y los tres años, seguida por “payasear” de los cuatro a los seis años y
“bromear”, etapa que comienza a los seis o siete y continúa hasta la adultez. “Payasear”
comprende exageraciones chistosas y absurdo. El humor escatológico encaja
perfectamente en esta categoría. La capacidad de comprender las sutilezas de
las bromas y el humor se vuelve más sofisticada a medida que el niño
evoluciona. Aún así, tal como indica Bergen, “un ‘buen’ sentido del humor puede
transmitir una gran variedad de emociones, incluso algunas profundamente
negativas que nunca podrían ser expresadas en forma directa”. Por este motivo,
Cohen destaca lo importante que es poder ir más allá de lo superficial de las
palabras para detectar las necesidades del niño. ¿Necesita sentirse poderoso?
¿Necesita reírse? El experto propone el siguiente juego para abordar ambas cuestiones.
Avísele al niño que puede decir “popó” todas las veces que lo desee, pero que
mejor no diga “ciénaga”. Y cuando inevitablemente lo diga, usted alegremente responda:
“¡Oh no! ¡No puedo creer que hayas dicho esa palabra tan horrible!”. Finalmente,
cuando comience a aburrirse, le cuenta otro secreto. “Ciénaga no es realmente
una mala palabra. La verdadera mala palabra es (inserte aquí una palabra
completamente inofensiva)”.
Cómo responder al lenguaje escatológico
Abordar este tema requiere mucha delicadeza, como señala la
especialista Markham. Los padres deben saber que este comportamiento es
aceptable para la edad y no desesperarse por ello, pero aun así deben enseñar a
sus hijos ciertas reglas sociales. “Es preciso enseñar a los niños de dos años
a no beber agua del plato del perro y también enseñar a los de seis a no hacer
bromas sobre flatulencias en la mesa”, explica, y agrega que se debe
enseñar especialmente a los niños a no usar humor escatológico para molestar o
burlarse de otros. La experta sugiere abordar el tema con una actitud relajada.
Puede decirle: “Sé que piensas que es gracioso, pero no hablamos sobre temas
del baño cuando estamos en la mesa”. Maya Coleman, psicóloga clínica que
trabaja con niños en edad preescolar y de jardín, sugiere otra idea que ha
empleado exitosamente con su propia hija y sus pequeños pacientes. La llama
“Hora de traseros”. Funciona de la siguiente manera: durante cinco minutos
todos los días procure que todo sea un juego; aliente a los niños a decir lo
que deseen, sin importar cuán grosero o inadecuado sea. Usted, como padre, debe
tolerar y acompañar este espacio con risas y juegos. Si el chiste es gracioso,
ríase. Si sus hijos le dicen cara de popó, puede fingir que se siente
conmocionado y decir “¿Cómo? Pensé que era una delicada flor”. El efecto de
esta táctica es reducir la carga emocional de las palabras. Y aquí, la
mejor parte. Cuando el humor escatológico surge en situaciones socialmente
inaceptables, esto les ofrece a los padres un espacio para redirigirlo. “Solía
decirle a mi hija: ‘¡Uy!, creo que debemos guardar eso para nuestra hora de
traseros’”, comenta Coleman. “Esto permite señalar la cuestión y guardarla para
otro momento, lo que ayuda al pequeño a controlar esa necesidad”