Estudios sobre el cerebro revelan que es posible desarrollar
la compasión o empatía.
En un estudio realizado en Suiza, en 2015, los participantes
vieron cómo se aplicaban shocks eléctricos a miembros de sus propios círculos
sociales, y a personas de un grupo diferente. Según los resultados de los
escaneos cerebrales, cuando los observadores veían a un desconocido experimentando
dolor, era menos probable que se registrara activación en el área que
corresponde a la empatía que cuando veían que pasaba lo mismo con alguien que
reconocían. Pero cuando los participantes creían que habían recibido ayuda
del grupo desconocido (en este caso, observaron que alguien había pagado para
cancelar un tratamiento de shock que, de otro modo, un miembro de su grupo
hubiera recibido), la brecha de la empatía se achicaba. Apenas unas pocas
experiencias positivas con un miembro del otro grupo eran suficientes para aumentar
en forma significativa las respuestas cerebrales compasivas.
Claves para ser más empáticos
Aun si sentimos indiferencia hacia alguien, unas pocas
interacciones constructivas pueden generar sentimientos de compasión. En
los lóbulos frontales, ubicados justo detrás de la frente, es donde se
encuentra nuestra capacidad para tomar decisiones, prestar atención,
razonar, generar hábitos, controlar los impulsos, sentir empatía por otros
y mover nuestros cuerpos.