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¿Nos estamos volviendo cada vez menos empáticos con nuestro entorno? Veamos cómo con algunos sencillos cambios podríamos abrirnos para ser una sociedad más amable y noble.

En un mundo plagado de titulares sobre tiroteos en masa y ataques terroristas, no es raro que nos preguntemos: ¿qué está pasando con la gente? Es una inquietud razonable. Los resultados de un estudio de la Universidad de Michigan de 2010 parecen sugerir que todos estamos volviéndonos cada vez menos considerados. Luego de entrevistar a varios estudiantes universitarios, la principal investigadora del estudio, Sarah Konrath, detectó una reducción del 40 % en los niveles de empatía, es decir, la capacidad de vincularnos con los sentimientos y puntos de vista de otros, respecto de los 30 años anteriores.

 Konrath y su equipo atribuyen esta tendencia a un pico generalizado del narcisismo, el individualismo y el egoísmo como contraparte de una menguante inclinación a mostrar preocupación por otros y adoptar sus puntos de vista. Si bien esta disminución parece ser relativamente estable entre 1979 y 1999, casi se triplicó luego del año 2000.

 Dicho estudio dio lugar a un debate acerca de si estamos convirtiéndonos, como sociedad, en personas más insensibles en términos generales. Pero antes de empezar a lamentarnos por el colapso de la civilización, no tengamos miedo: los expertos afirman que podemos tomar algunas medidas para revertir esta tendencia. 

Dedicar tiempo a conectarse con los demás

 

En su libro publicado en 2010, Born for Love: Why Empathy Is Essential—and Endangered (Nacido para amar: ¿Por qué la empatía es esencial pero está en peligro de extinción?), el psicólogo estadounidense Bruce D. Perry y la periodista Maia Szalavitz sugieren que nuestra cultura enfrenta una crisis de desconexión. Entre 1985 y 2004, según informan, la proporción de personas que declaraban no tener ningún confidente se amplió de 10 a 24,6 %, mientras que el 80 % de los consultados respondió que solo confiarían en los integrantes de su familia.

No se trata de que las personas estén siendo deliberadamente egoístas”, afirma Gordon. Tal vez solo estén reaccionando ante factores adversos que surgen en sus entornos.

 Según Mary Gordon, fundadora y presidente del grupo canadiense sin fines de lucro Roots of Empathy (Raíces de la empatía), el ritmo de la vida moderna es, en parte, responsable del descenso en los niveles de consideración. Puede que estemos en contacto con nuestros amigos mediante mensajes de texto y correos electrónicos, dice la experta, pero “cara a cara, podemos mirarnos, tocarnos, darnos un abrazo o reír a carcajadas, cosas que nos hacen liberar endorfinas”. Al reducir la cantidad de interacciones en persona, resulta difícil descifrar qué puede estar pasando en los corazones y mentes de aquellos que nos rodean, datos que marcan nuestro comportamiento hacia otras personas.

 Para remediar esto, es preciso convertir en prioridad nuestra vida social, afirma Gordon. La experta recomienda salir a almorzar con un amigo o compañero de trabajo en lugar de comer en el escritorio. En la oficina de Roots of Empathy, los empleados suben y bajan juntos las escaleras para ejercitarse y, de vez en cuando, el grupo organiza torneos de bowling con el objetivo de fortalecer las conexiones colectivas. La experta recomienda hacer algo simple: salir a hacer las comprar con un amigo y tomar un café después.

Estar atento a los niveles de estrés

 La vida se ha vuelto más estresante, y cualquier tipo de estrés puede minimizar nuestra capacidad para la empatía”, sostiene Gordon. Cuando estamos preocupados porque podemos perder nuestro trabajo, por ejemplo, es muy fácil que tendamos a desarrollar un tipo de visión túnel.

 Loren Martin, profesor adjunto del departamento de psicología de la Universidad de Toronto Mississauga, ha estudiado la relación existente entre la ansiedad y la compasión. En su investigación plantea que el estrés puede interferir con “comportamientos empáticos cognitivos de orden más elevado”, como el poder apreciar las perspectivas y puntos de vista de otros.

 Gordon sugiere que recordemos esa relación en nuestras interacciones diarias. “No se trata de que las personas estén siendo deliberadamente egoístas o narcisistas”, afirma. “Tal vez solo estén reaccionando ante factores adversos que surgen en sus entornos. Si alguien es cortante o crítico, él recomienda “intentar decir algo amable, por ejemplo: ‘es realmente caótico todo aquí; debe ser un gran desafío’. Si demostramos empatía, es mucho más probable que recibamos una respuesta similar a cambio”.

Cultivar la capacidad de asmobro

 Son cada vez más las pruebas que señalan una conexión entre la empatía y aquellas experiencias que despiertan asombro, como la vista desde la cima de una montaña o maravillarse al ver la vida submarina mientras buceamos. En investigaciones nuevas incluidas en la publicación Journal of Personality and Social Psychology en 2015, se descubrió que estar expuesto al asombro nos ayuda a enfocarnos en el mundo que está más allá de nosotros mismos y nos mantiene en sintonía con el bienestar de los demás.

 Entonces ¿por qué no embarcarse en ese tour por los bosques tropicales que siempre hemos querido hacer? No solo alimentará nuestras ansias de aventura, sino que, además, servirá para fortalecer nuestro sentido de la compasión.

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