Los niños de esta generación, que se crían sometidos a
estímulos tecnológicos constantes, son en muchos aspectos huérfanos digitales.
Fuente: Theconversation.com
Al hablar de cómo interactuamos con la tecnología, resulta
inevitable recurrir a la clasificación de Marc Prensky sobre los “inmigrantes
digitales” (adultos que han aprendido el lenguaje digital, pero que todavía recuerdan
el analógico) y los “nativos digitales” (jóvenes de la generación Z —nacidos después
de 1985— para quienes lo digital es su lengua materna).
En la medida en que el ecosistema digital ha cambiado la
forma de comunicarnos, la brecha de las nuevas generaciones con la de sus
padres será considerada una de las mayores de la historia.
Cómo formar a los hijos en el uso de la tecnología
Esta desconexión entre padres e hijos hace especialmente necesaria
una adecuada formación en el uso de las nuevas tecnologías. Sin adultos que
acompañen a los más jóvenes en el proceso de socialización mediática que antaño
se realizaba en el hogar de una manera natural, corremos el riesgo de que los
“nativos digitales” acaben convertidos en “huérfanos digitales”.
La pantalla en la mano ha desterrado una escena cotidiana de
las generaciones analógicas: la de la familia reunida ante una misma pantalla,
compartiendo noticias, películas, series y programas de entretenimiento. Esta
fotografía de color sepia contrasta con la actual imagen distópica que
proyectan nuestros niños y adolescentes aislados, consumiendo terabytes de información,
sin la referencia de un adulto que los acompañe y los ayude a comprenderla, contextualizarla
y darle valor.