Esta enfermedad va avanzando
progresivamente y ataca especialmente a personas hipertensas, diabéticas o con
antecedentes.
La función principal de los riñones es filtrar
la sangre, eliminando los desechos y el exceso de agua a través de la orina. Además,
mantienen el equilibrio del organismo, ayudan a controlar la presión arterial,
la producción de glóbulos rojos y el metabolismo de los huesos. La enfermedad
renal crónica (o ERC) es un problema de salud pública: se estima que 1 de cada
10 personas en el mundo la padece y que 9 de cada 10 personas que la tienen no lo
saben. Esta se define como la pérdida de la función de los riñones, lo que
se evidencia en una disminución de la capacidad para limpiar (depurar) la
sangre de toxinas y las otras funciones ya señaladas. Los grupos de más alto
riesgo son las personas con hipertensión arterial, antecedentes familiares
de ERC y los diabéticos. La ERC tiene por característica un progreso lento
y silencioso lo que puede llevar a etapas avanzadas sin manifestaciones
clínicas que alerten su presencia o progresión, hasta que el daño a los órganos
es muy avanzado.
El diagnóstico de la enfermedad renal crónica
Para diagnosticar la ERC son necesarios dos exámenes de
fácil acceso y bajo costo; uno de sangre (creatinina) y otro de orina. El
examen de creatinina permite calcular la cantidad de sangre filtrada por los
riñones. A su vez, el examen de orina permite medir la presencia de
proteínas en la orina, condición que indica un daño a la estructura del riñon y
que acelera las progresión a etapas avanzadas. Ambos exámenes deben ser
realizados al menos una vez al año en los grupos de mayor riesgo, con el fin de
realizar una pesquisa precoz y un acceso oportuno al equipo de salud para implementar
las intervenciones pertinentes. Ello permitirá detener o enlentecer la
progresión a etapas avanzadas, donde se pudiera requerir de alguna terapia de
sustitución renal como la hemodiálisis, peritoneodiálisis o el trasplante. La
ERC se clasifica en cinco etapas dependiendo de cuanto estén filtrando los
riñones. Mientras menor sea la función depuradora, habrá mayor retención de
toxinas que provocan el desarrollo de otras condiciones como enfermedades
óseas, anemia y aumento del riesgo de tener un infarto o accidente vascular cerebral.
La principal causa de muerte en ERC son las enfermedades cardiovasculares. La
diabetes mellitus es una patología de alta prevalencia y se relaciona con la
enfermedad renal, ya que incrementa el riesgo de desarrollarla. La
hiperglicemia afecta directamente la estructura de los riñones acelerando la
progresión de la ERC a etapas avanzadas. Un aumento significativo y
sostenido de la glicemia en el tiempo produce aumento de la presión arterial,
la que es un factor que se aumenta el daño renal. Además la glucosa elevada
favorece la inflamación general del organismo, condición que lesiona el
endotelio (capa interna de los vasos sanguíneos) de la mayoría de los órganos,
no solo los riñones, sino también el corazón, el hígado y el sistema nervioso
entre otros. La nefropatía diabética (enfermedad renal secundaria a diabetes
mellitus) se caracteriza porque produce una mayor pérdida de proteínas en la
orina (proteinuria), acelerando la progresión, si no se pesquisa y trata a
tiempo.
Cómo prevenir la enfermedad renal crónica
Para prevenir el desarrollo de la ERC en diabéticos, es
imprescindible un buen control de la glicemia, procurando un nivel de
hemoglobina glicosilada entre 5 y 7%, siendo más estrictos en la población
joven. Se recomienda un manejo por un equipo multidisciplinario integrado
idealmente por médico, nutricionista, enfermera, kinesiólogo y psicólogo e
incluye además de los fármacos, el cese del hábito tabáquico, la realización de
actividad física y la promoción de estilos de vida saludable. La
alimentación es uno de los pilares fundamentales que permite mejorar el estado
inflamatorio, favorecer la acción de la insulina y el control de la
glicemia, cuidar la calidad muscular, mantener la presión arterial controlada y
lograr un buen estado nutricional. La prescripción de la alimentación en
diabéticos, debe ser individualizada, de acuerdo a su edad, estado nutricional,
metas de control, hábitos alimentarios, capacidad de compra de alimentos,
gustos, preferencias y tipo de tratamiento farmacológico.
Como medidas generales es fundamental:
1. Eliminar el azúcar y todos los alimentos que la
contengan, así como otros carbohidratos presentes en harinas, papas, arroz,
pan, avena, frutas y pasta los cuales se transforman en azúcar en el
organismo y por tanto su consumo debe ser restringido.
2. Reducir el consumo de sal a 3-5 gramos máximo al
día.
3. Aumentar el consumo de agua a un mínimo de 2
litros al día.
4. Controlar el consumo de proteínas, de acuerdo a la etapa
de la enfermedad.