Uno de los sentidos que nos conecta con el exterior, el oído, puede deteriorarse sin los cuidados necesarios.
Fuente: Salud a Diario
Cualquier sonido cuya intensidad rebase los 85 decibelios
(dB) —un taco o música ensordecedora— constituye una amenaza para sus oídos,
sobre todo si la exposición es prolongada o reiterada. Puede lesionar o
matar las células ciliadas del oído interno, que participan en la transmisión de señales auditivas al cerebro. Cuanto más intenso sea el ruido, menor será el
tiempo necesario para lastimar los oídos de quien esté cerca de la fuente. En
caso de que, como la mayoría de la gente, usted no lleve consigo un
decibelímetro, siga esta regla general: si necesita alzar la voz para
hacerse escuchar por alguien parado a menos de un brazo de distancia, el daño
está comenzando. Lo ideal es bajar el volumen, retirarse a un lugar menos
bullicioso o protegerse con tapones u orejeras diseñadas con tal fin. Escuchar
música con auriculares es una causa común de pérdida auditiva. El sonido de
muchos celulares y reproductores personales puede alcanzar, o superar, los 100
decibelios. Ciertos dispositivos muestran mensajes cuando el volumen rebasa el
rango recomendado. Si sus aparatos no tienen esa función, bastará con que evite
aumentar la intensidad al máximo. Lo anterior no es el único motivo de pérdida
auditiva. A veces, se debe a afecciones subyacentes, como la rotura del
tímpano. Asimismo, el oído interno se deteriora por el simple hecho de
envejecer, y, por desgracia, no hay cómo evitarlo.
Dispositivos auxiliares para oír mejor
Si siente que no oye bien, consulte al médico o al
fonoaudiólogo. Los auxiliares auditivos suelen ser muy útiles, en especial
si se trata de escuchar lo que alguien está diciendo. La tecnología en sí
“no resulta cómoda de inmediato: el cerebro necesita reajustarse”, apunta Gemma
Twitchen, jefa de Audiología en Action on Hearing Loss, institución de
beneficencia con sede en Londres. “Según distintos estudios, esto es mucho más
fácil si uno pone manos a la obra y se somete a una valoración auditiva al
notar los primeros síntomas”. Los auxiliares auditivos están mejorando en
cuanto a comodidad, calidad de sonido y aspecto. De hecho, ya hay modelos
diminutos que apenas se notan.
Los acufenos
Otra de las posibles consecuencias de la exposición al ruido
o el envejecimiento es la aparición de acúfenos. Este repique, silbido o
zumbido de fondo suele deberse a que el cerebro intenta compensar su
incapacidad para percibir el sonido entrante o porque las células ciliadas se
lesionan y envían señales confusas. El zumbido podría desaparecer; no
obstante, en algunos casos permanece de por vida. Aunque el padecimiento afecta
de modo diferente a cada paciente, el insomnio, el estrés, la irritabilidad
y las dificultades para concentrarse se encuentran entre los posibles efectos.
Si al zumbido se le suma la pérdida auditiva, el auxiliar auditivo amplificará
los sonidos externos con objeto de desviar la atención del cerebro y atenuar,
así, las molestias. Otros dispositivos útiles son los generadores de sonido o
ruido blanco. Si bien no hay cura para la pérdida auditiva o el zumbido
atribuible al envejecimiento, está comprobado que atender estas afecciones
evita problemas como aislamiento social, depresión o demencia y, por
consiguiente, mejora el estado de ánimo, la independencia y la capacidad de
interactuar con los demás.