Actualmente, estudios revelan que consumir carnes procesadas
puede ser peligroso para el cerebro.
A nuestros antepasados recientes, el debate sobre si comer
carne hace bien o hace mal les resultaría extrañísimo, porque –con la excepción
de reyes, nobles, vaqueros y gauchos– esa fuente de proteína siempre fue escasa
en las dietas. Pensemos, por ejemplo, en la olvidada popularidad de la carne
seca y salada (llamada charqui en Sudamérica); si hoy en día, a los milennials,
(acostumbrados a bifes suaves, hamburguesas que se deshacen en la boca y
salchichas de consistencia tierna) se les diera aquel producto, en reemplazo de
su dieta actual, una mezcla de asco y holgazanería se apoderaría de ellos.
Mascar algo prácticamente similar al cuero no se les da bien. Sin embargo, hay
otro factor que entra en juego. Hasta tiempos recientes, las carnes procesadas no existían. Se consumían respetando los ciclos de crianza de
los animales: a excepción de jamones y longanizas, la inexistencia de
cadenas de frío impedía un consumo alto de embutidos o patés. Los
enlatados, disponibles apenas desde hace unos 150 años, en sus primeras décadas
no eran tan baratos.
Resultados sorpresivos sobre el consumo de carne
A mediados del siglo XX, para el mundo Occidental, todo lo
anterior cambió. Llegó la abundancia. Debido a ello, en los años 60 y 70, la
carne se volvió la villana de los ataques cardíacos. Si bien, no es lo
mismo cada corte, como tampoco si se trata de vacunos, cerdos o aves; la
carne ya no solo es sabrosa; sabemos que es peligrosa para la salud vascular.
No es raro, entonces, que se haya dado un paso más para entender los daños que
hace: científicos del Grupo de Epidemiología Nutricional de la Universidad de Leeds,
utilizando datos de 500.000 personas, acaban de descubrir que el consumo
diario de una porción de 25 g de carne procesada, el equivalente a una rebanada
de tocino, se asocia con un 44% más de riesgo de desarrollar demencia. ¿Acaso
esta nueva evidencia avala el triunfo final de vegetarianos y veganos? Sin
embargo, la ingesta medida de carnes naturales, no más de 50 gramos diarios,
parece disminuir el riesgo de manera significativa. No tan rápido. La realidad siempre
nos sorprende. El mismo equipo indicó que sus hallazgos también muestran que comer
algo de carne roja sin procesar, como carne de cerdo o ternera, podría ser
protector, ya que las personas que consumían 50 g al día tenían un 19%
menos de probabilidades de desarrollar demencia. El investigador principal
Huifeng Zhang, Ph.D. estudiante de la Facultad de Ciencias de la Alimentación y
Nutrición de la Universidad de Leeds, dice al respecto: “En todo el mundo, la
prevalencia de la demencia está aumentando, y la dieta como factor modificable podría
desempeñar un papel. Nuestra investigación se suma al creciente cuerpo de
evidencia que vincula el consumo de carne procesada, al aumento del riesgo
de una variedad de enfermedades no transmisibles”. El equipo estudió los
datos proporcionados por UK Biobank, una base de datos que contiene información
genética y de salud en profundidad de medio millón de participantes del Reino
Unido de entre 40 y 69 años, para investigar las asociaciones entre el
consumo de diferentes tipos de carne y el riesgo de desarrollar demencia. Los
datos incluyeron la frecuencia con la que los participantes consumían
diferentes tipos de carne, con seis opciones, las que iban de nunca a una o más
al día, recopiladas entre 2006-2010. El estudio no evaluó específicamente el
impacto de una dieta vegetariana o vegana sobre el riesgo de demencia, pero
incluyó datos de personas que dijeron que no comían carnes rojas. Entre los
participantes, surgieron 2.896 casos de demencia durante un promedio de ocho
años de seguimiento. Estas personas eran en general mayores, más desfavorecidas
económicamente, menos educadas, más propensas a fumar, menos activas
físicamente, más propensas a tener antecedentes de accidente cerebrovascular,
junto con antecedentes familiares de demencia, y más propensas, también, a ser
portadoras de un gen que está altamente asociado con la demencia. Más
hombres que mujeres fueron diagnosticados con demencia en la población de
estudio.
Variables del estudio sobre carne y demencia
Algunas personas tenían de tres a seis veces más
probabilidades de desarrollar demencia debido a factores genéticos bien
establecidos, pero los hallazgos sugieren que los riesgos al comer carne
procesada eran los mismos, independientemente de que una persona estuviera
genéticamente predispuesta a desarrollar la enfermedad. Aquellos que
consumían mayores cantidades de carne procesada eran más propensos a ser
hombres, menos educados, fumadores, con sobrepeso u obesos, tenían una menor
ingesta de verduras y frutas, y tenían una mayor ingesta general de energía,
proteínas y grasas (incluidas las grasas saturadas). El consumo de carne se
había asociado anteriormente con el riesgo de demencia, pero se cree que este
es el primer estudio a gran escala, a lo largo del tiempo, que examina un
vínculo entre tipos y cantidades de carne específicos y el riesgo de
desarrollar la enfermedad. Hay alrededor de 50 millones de casos de
demencia en todo el mundo, con alrededor de 10 millones de casos nuevos
diagnosticados cada año. La enfermedad de Alzheimer representa del 50% al 70%
de los casos y la demencia vascular alrededor del 25%. Su desarrollo y
progresión están asociados con factores genéticos y ambientales, incluida la
dieta y el estilo de vida. Zhang explica que, en este escenario, de todos modos,
“se necesita más confirmación, pero la dirección del efecto está relacionada
con las pautas actuales de alimentación saludable que sugieren que una menor
ingesta de carne roja sin procesar podría ser beneficiosa para la salud”. Por
su parte, la profesora Janet Cade, que supervisó la investigación, concluye que
“todo lo que podamos hacer para explorar los posibles factores de riesgo de la
demencia puede ayudarnos a reducir las tasas de esta enfermedad debilitante.
Este análisis es un primer paso para comprender si lo que comemos podría
influir en ese riesgo”. Mientras tanto, si es carnívoro, mejor inclínese por
las carnes naturales y no por las procesadas. Sus neuronas se lo agradecerán.