Descubra cuáles son los cambios que se producen en el
cerebro de las personas enamorada.
Las personas más afortunadas nos identificamos no solo con
el amor que Ann Druyan sintió por Carl Sagan al enamorarse de él, sino con el
vínculo duradero que los unió hasta la muerte de Sagan 19 años después. Estos
dos tipos de amor proceden de distintas zonas del cerebro, dice Helen
Fisher, miembro del Centro de Estudios Evolutivos Humanos de la Universidad
Rutgers, en Nueva Jersey, Estados Unidos. “El amor romántico se origina en
la zona tegumentaria ventral, en la parte más antigua del cerebro, cerca de los
centros que regulan el hambre y la sed”, explica. “Es un impulso básico que
concentra nuestra energía en tratar de ganar el mayor premio de la vida: una
pareja sexual. Es un mecanismo de supervivencia”. Una importante región
cerebral relacionada con el apego, en cambio, es el pálido ventral, una zona
más moderna y más alta (de la tercera bocha). “La atracción romántica
intensa es una reacción más primitiva que el apego; este es un sentimiento de
evolución más reciente”, añade Fisher. Ahí reside el amor que dura toda la
vida. “La persona que alberga un afecto duradero muestra actividad en la
corteza prefrontal ventromedial, relacionada con la ‘ilusión positiva’: la aptitud
para fijarse en los pros y dejar pasar los contras”. Las personas que tienen
relaciones amorosas duraderas dicen cosas como “Me molesta que no recoja sus
medias, pero me encanta su sentido del humor”. Parece que esta manera de pensar
fomenta el cariño hasta mucho después de la luna de miel.