En el proceso de crear personas seguras e independientes,
ayudar a los hijos a tener una autoestima elevada es esencial.
“Lo más importante para potenciar una adecuada autoestima en
los hijos tiene que ver con la relación que se establece con ellos. El lograr
una relación de confianza, donde se puedan expresar abiertamente las emociones
y pensamientos, donde hay un clima de aceptación y se cubren las necesidades
afectivas, crea una base muy sólida para una autoestima fuerte en el
futuro”, indica Lagos, hablando de los pequeños. Por otra parte, indica, es
importante hablar con el ejemplo. “Si constantemente estamos criticándonos
a nosotros mismos o a otros, estaremos generando inseguridad en nuestros hijos,
aún que estos comentarios no vayan dirigidos a ellos”. Y aclara, “por ejemplo: debemos
tener cuidado con las críticas y burlas, cuidado con las devaluaciones, no
opinar del cuerpo ajeno, cuidar los comentarios devaluadores del cuerpo propio,
etc…”. La profesional agrega que, “si nos basamos en una crianza positiva, donde se pone el énfasis al esfuerzo, que ante los errores se actúa
como guía y no como juez, estaremos fomentando seguridad y amor en un proceso
de logros y fracasos”.
Finalmente, aconseja, “incita a tus hijos a conocerse a
sí mismos, y a valorarse tal como son. De pequeños, puedes ir mostrándoles
sus cosas buenas con orgullo y las malas con amor y aceptación. Siempre
recuerda felicitar los logros, pero sobre todo el esfuerzo, aun cuando no se
haya conseguido lo deseado. Busca siempre seguir intentando y aporta contención
cuando el proceso se vuelva frustrante”.
Qué es lo que define nuestra autoestima
La especialista entrega algunos aspectos que definen la autoestima de las personas:
Los talentos: el ser capaz de identificar nuestras
habilidades, ayudará a saber para qué se bueno o buena. Por ejemplo: si se es
buena para la música, una se sentirá satisfecha en ese aspecto. Sin embargo,
muchas veces hay una preconcepción de los talentos que debiéramos tener. Por
caso: “Debo ser buena en matemáticas para ser reconocida”.
Las experiencias, éxitos y fracasos: las experiencias
de vida siempre irán modelando nuestros pensamientos y creencias sobre
nosotros mismos. Sin embargo, el valor no está en la experiencia en sí,
sino que en cómo es entendida. Por ejemplo: “Si repito de curso y mi familia me
reprocha por eso, me critica y se muestra decepcionada, lo tomaré como un
fracaso e incluso como una incapacidad. Versus que, si mi familia me apoya, reconoce
mi esfuerzo y mis otras habilidades, y me impulsa a mejorar y a ver las nuevas
oportunidades, no me sentiré fracasada al respecto, pues comprendo que mi valor
no se reduce a una experiencia o a un error”.
La educación recibida: si las personas crecen en un
ambiente donde se aceptan las emociones, se aceptan los errores y se favorece
el cambio, es más posible ser capaz de ver las cosas buenas, pero también de
aceptar las cosas malas que tenemos. En cambio, “si vivo en un ambiente
frío, autoritario y muy castigador, puede que cada error que cometa sea vivido
como un fracaso, y que por lo tanto me cueste aceptar mi lado más vulnerable y,
también, que me cueste identificar mis talentos”.
La manera de interpretar el entorno: esto va unido a
lo mencionado anteriormente, pero se le suman también los recursos personales. Si
uno es capaz de avanzar ante sus errores y de identificar logros y esfuerzos,
“la interpretación del entorno va a resultar menos amenazante y por lo tanto,
va a generar mayor confianza en mí mismo para aceptarme tal y como soy”.
Querer ser perfecto: las expectativas que el resto
pone sobre uno en la infancia van a repercutir en el futuro, en lo que se
espera de sí mismo/a. Entonces, se aplica “lo mismo con lo mencionado anteriormente
sobre la crianza y la capacidad para aceptar errores y guiar la gestión
saludable de emociones”.
La calidad de las relaciones: ¿soy yo o permito que
todos seamos? “La calidad de las relaciones de infancia van a ir moldeando
la base de la autoestima, en cuanto a la capacidad de sentirme valorado,
aceptado y que puedo confiar en otros”. Esto va a generar impacto en las
relaciones futuras, que también van a ir influyendo en el autoestima, y
viceversa. “Muchas veces cuando hay menos autoestima, hay una tendencia a
relaciones poco sanas, pues la persona al no valorarse a sí misma, no pone
límites para que el otro respete y valore”.
El físico y la autoimagen: la imagen corporal es un
ámbito fundamental en la autoestima, ya “que responde a la aceptación de mi
cuerpo, de mi aspecto físico. Está fuertemente influenciada por la sociedad,
por lo que suele alterar mucho la percepción de uno mismo y por lo tanto la
valoración y el amor propio”.