Aprenda a distinguir entre el tartamudeo propio de quienes están
aprendiendo el lenguaje del que requiere tratamiento.
La tartamudez es una alteración en la fluidez
de las palabras. En ocasiones se manifiesta por un bloqueo,
como una tranca que cuesta destrabar para seguir adelante, mientras que otras
tartamudeces se caracterizan por la repetición de sílabas o palabras.
Pensar, hablar y comunicar todo lo que quieren
no son al principio tareas fáciles de organizar, y eso puede favorecer una
tartamudez transitoria. Si estas vicisitudes del lenguaje son bien
manejadas por el entorno, seguramente el problema se superará sin dejar
rastros. La tartamudez puede acentuarse en momentos de excitación, o de duda
sobre cómo expresar algo, ya sea en frases largas o complejas, o cuando el niño
busca la palabra precisa, o cuando está muy exigido a comunicar algo. Esto que
le pasa al niño no le genera preocupación ni respuesta emocional significativa.
Es bueno tener presente que el 85% de los niños de 1 año que
tartamudean deja de hacerlo para siempre luego de un breve período. Saber
que es muy probable que al pequeño se le vaya el tartamudeo nos ayuda a
disminuir los nervios, factor imprescindible para no reaccionar en exceso.
¿Cómo ayudar a un niño que tartamudea?
1. Prestándole atención cuando el niño nos
hable y dándole el tiempo que necesite. Escuchando lo que nos dice, no cómo lo dice.
2. Dándole el tiempo necesario, sin apurarlo, sin
completar las palabras ni las frases antes que él, ni hacerle repetir lo que no
dijo correctamente.
3. Sin presionarlo para que hable cuando
está llorando o muy molesto o ansioso.
4. Sin ponerlo «en exhibición» frente a
terceros para que demuestre lo que ha aprendido a decir.
5. Hablándole clara y pausadamente.
6. Sin darle consejos de qué hacer cuando
tartamudea. Decirle «respira hondo» o «habla más lento»
solo puede servir para aumentarle la ansiedad y empeorar la situación. La mejor
ayuda es el modelo que le demos nosotros al hablar pausada y tranquilamente.
7. El día que está «muy trancado», promovamos
actividades que no impliquen de manera protagónica el lenguaje (deportes,
actividades musicales, de pintura, etc.). Pensemos que recién se está largando
a hablar.
8. Si, por el contrario, está en un «buen día»,
ofrezcámosle oportunidades atractivas en las que haya que hablar
(títeres, juegos interactivos, conversaciones estimulantes, etc.).
9. No nos burlemos nunca, ni
permitamos que nadie lo haga.