Aprenda a proteger el órgano central del organismo y a
mantenerlo saludable durante muchos años.
Nuestro corazón es el despachador del servicio de correos de
nuestro cuerpo. Ubicado en el centro neurálgico del sistema circulatorio,
asegura la entrega de suministros esenciales a las células, órganos y
tejidos.
Lo hace manteniendo un flujo constante de sangre rica en
oxígeno y nutrientes a los órganos. Nuestra sangre es una fluida flotilla
de carteros que entregan una vital carga química. En el camino de regreso, la
sangre retira los productos de desecho y los transporta por venas cada vez
más amplias hasta llegar finalmente a los pulmones, donde el dióxido de carbono
es expulsado al aire cuando exhalamos.
El motor interno
Nuestro corazón cumple su tarea manteniendo la sangre constantemente
en movimiento. Su mecanismo consiste en cuatro cámaras: las aurículas
izquierda y derecha (arriba) y los ventrículos izquierdo y derecho (abajo).
En la primera etapa de cada latido cardíaco, las paredes del corazón se
contraen, impulsando la sangre hacia la red de arterias y capilares. Desde los
órganos y tejidos del cuerpo, la sangre fluye a través de venas cada vez
más anchas y vuelve al corazón, llenándolo al tiempo que los músculos
cardíacos se relajan. El ritmo al que trabaja nuestro corazón es controlado
por impulsos electro-químicos generados dentro de las llamadas células
marcapasos.
Cómo envejece su corazón
A medida que envejecemos, tanto el corazón como la
circulación experimentan pequeños cambios.
• Nuestro corazón late algo más despacio
cuando nuestro marcapasos natural pierde algunas de sus células.
• El propio músculo cardíaco disminuye de tamaño.
• Nuestra principal arteria se engrosa y endurece.
• El volumen de sangre disminuye levemente, ya
que en general el cuerpo tiene menos fluidos.
• Los pequeños sensores (baro-receptores) que ayudan
a mantener constante la presión sanguínea cuando cambiamos de posición pueden volverse
menos sensibles.
Los hombres experimentan estos cambios cerca de diez años
antes que las mujeres porque una hormona femenina, el estrógeno, tiene un efecto
protector sobre el corazón y las arterias. Cuando ocurren estos cambios, no
notamos de inmediato la diferencia, pero con el tiempo algunos síntomas llaman
nuestra atención: podemos sentirnos mareados al ponernos de pie desde la
posición acostada o sentada, o nuestra presión sanguínea puede estar más
alta de lo que era habitual. Y nuestro corazón puede tener menos
capacidad de tolerar un súbito aumento de la carga de trabajo, por ejemplo,
cuando después de caminar en el llano debemos subir una cuesta.