Ante un sistema de salud cada vez más colapsado, posponer la
consulta de salud mental no debe ser una opción.
Si se trata de asuntos que deben preocuparnos, sin duda lo
relativo a salud mental debe ocupar el primer lugar en nuestra sociedad.
La salud mental, en situación límite
Antes de avanzar, es bueno definir qué entendemos por salud
mental. Tomando la definición de la Organización Mundial de la Salud, OMS, se
trata de “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer
frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades,
poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su
comunidad”. Dicho eso, lo cierto es que los malos índices de Chile se
vienen configurando hace años, y el Covid 19, con todas sus implicancias, llegó
a agravarlos. ¿Qué nos ha llevado hoy a esta situación límite? La primera razón
es la cantidad de días de confinamiento, muy superior al promedio mundial, con
todo lo que eso involucra. La segunda es que, previo a la pandemia, vivimos un estallido
social que significó muchos cambios en nuestra vida diaria, la economía y la
exposición constante a informaciones y noticias poco alentadoras. En la
actualidad, además, los cambios socio políticos, la incertidumbre económica, y
especialmente la delincuencia, están impactando notoriamente en los niveles de
estrés. De acuerdo con el último Termómetro de la Salud Mental en Chile 2022,
casi un 30 % de los encuestados mostraron tener síntomas moderados o severos de ansiedad, en tanto que el 54 % declaró estar constante- mente agobiado y
el 32 % sentirse deprimido. Más allá de los números, la realidad es que nos
enfrentamos a problemas en los diversos sistemas en los que los individuos
circulan: conflictos de convivencia con el retorno a la prespecialidad en
el mundo educativo y/o laboral, sensación permanente de incertidumbre, lo que
genera des- motivación e intensifica la pérdida de sentido de la vida.
Adicionalmente, al incrementarse la irritabilidad y producirse trastornos en el
ciclo sueño vigilia, se ve afectado el funcionamiento completo de la persona,
lo cual impacta no solo en el ánimo, sino en un menor control de impulsos y,
por ende, mayor violencia en las interacciones. La pregunta frente a todo esto
es ¿qué tanto nos estamos ocupando como país al respecto? La verdad es que muy
poco. La capacidad de atención en salud mental se encuentra a tope (Ministerio
de Salud, 2022), y es innegable que un problema de salud pública mundial se
continúa abordando de manera individual y no con políticas colectivas, como sí
se hizo frente a la pandemia. Las medidas de salud pública todavía operan a
largo plazo y en el presente nos encontramos con un sistema colapsado, y con la
atención privada a un costo para muchos inabordable. Difícilmente podría ser
diferente si únicamente se destina el 2 % del total del presupuesto en salud a
este ámbito.
Lo que importa: pasar a la acción
Por ello, más que esperar estas mejoras, debemos tomar
acción en el día a día, e impulsar ciertos hábitos que permitan resguardar nuestro bienestar emocional bajo el concepto de autocuidado y cocuidado.
Buscar acciones que nos conecten con la vida, generando satisfacción y
felicidad (endorfinas), hacer deporte, dormir mínimo ocho horas, regular el uso
de pantallas, reunirnos con gente querida e ir a terapia si sentimos no ser
capaces de sostener- nos sin apoyo. Al mismo tiempo, es clave dar espacio a
ciertas medidas que, aunque parezcan simples, muchas veces no se ejecutan. En
el caso de niños, niñas y jóvenes, debemos poner atención al mundo virtual y
presencial, monitorear sus relaciones interpersonales, más que el rendimiento
académico, y velar por el uso de tiempos y contenidos en pantallas. Si se trata
de los adultos, las recomendaciones se vinculan a chequear cada día el estado
emocional, y si estoy a cargo de niños, niñas o jóvenes, ejercer coparentalidad
(no criar solo o sola, a pesar de estar separado del otro progenitor) y ojalá
contar con redes de apoyo (abuelos y abuelas, amigos y amigas, entre otros). En
definitiva, en el mes en que la OMS con- memora el Día Mundial de la Salud
Mental, el llamado es a entender este ítem como una prioridad, especialmente
en tiempos de crisis donde el contexto suele alterar nuestro estado emocional.
Como país estamos al debe, pero mientras las brechas se acortan, podemos
hacernos cargo en nuestro círculo, fomentar la resiliencia, la atención y el
cariño, que sin duda pueden hacer grandes diferencias.