Para empezar a quitarle peso a su vida y a su cuerpo, siga esta práctica guía.
Bajar de peso es una de las primeras metas que muchos nos fijamos al empezar el año. Y es también la de Clarisa, de 48 años y madre de tres adolescentes. Pero para ella es frustrante el sólo pensarlo. Asegura que no hay dieta que le funcione, y que cada vez que intenta comenzar una, el pesimismo la vence.
Me basta con verla para saber que su problema no es de obesidad; lo que le pesa y le quita bienestar no son “esos kilos de más”. Cuando me dijo que comía como los demás pero que por momentos no podía parar, me di cuenta de que el problema no estaba en su cuerpo, sino en sus emociones. No es que estas la hagan engordar, sino que le provocan un desajuste que ella intenta compensar comiendo. Le dije que tomar conciencia de esto es el primer paso hacia una posible solución.
He visto que las personas con tendencia a engordar suelen ser muy sensibles, se toman muy a pecho los comentarios de los demás, exageran en sus responsabilidades y hasta adoptan el papel de víctimas al hablar de su vida. Por eso, le sugerí a Clarisa que dejara de ver lo físico, lo externo, y dirigiera la mirada hacia su interior.
Para que empezara a quitarle peso a su vida —y también a su cuerpo—, le propuse que siguiera esta guía:
- Aprender a decir “no”. El no poder decir que no por el deseo de agradar a los demás todo el tiempo, o sentir culpa al hacerlo, es una de las razones de fondo de la tendencia a comer en exceso. Si se decide a poner límites claros a los demás y los sostiene, se generará un orden en su interior, y pronto se reflejará en su cuerpo.
- Recuperar el equilibrio. Cuando nos sentimos disconformes con el lugar que tenemos en la familia, el trabajo o la sociedad, tratamos de llamar la atención y ocupar, literalmente, un espacio más grande, tan grande, que atiborramos nuestro cuerpo de comida. Tener claros nuestros sueños y luchar por ellos nos devuelve el equilibrio. Clarisa decidió dedicarse medio día a la educación, un trabajo al que renunció para cuidar a sus hijos cuando eran pequeños, pero que ahora podía retomar.
- Dejar atrás el pasado. He conocido personas con sobrepeso que viven atadas a frustraciones y rencores añejos. Esas emociones se reflejan en su cuerpo, y buscan consuelo en la comida. Lo que todos necesitamos hacer es perdonar, aceptar y olvidar el pasado: sacarnos, literalmente, ese “peso” de encima.
- Liberarnos. Sentir que estamos en un lugar por obligación o sostener una relación con esfuerzo nos hace buscar consuelo en la comida. Tratar de hacer felices a los demás sin hacerlo antes con nosotros mismos nos genera un agobio que se refleja en nuestros hábitos y en nuestro cuerpo. Sentirnos presos nos engorda, y tomar decisiones que nos favorecen, nos libera.
- Aceptar nuestras fallas. La autocrítica de Clarisa había mermado su autoestima, y por eso le costaba tanto cuidarse y bajar de peso. Aceptar nuestras imperfecciones, errores y torpezas nos permite valorarnos de manera equilibrada, con nuestros blancos, negros y grises. Y lo que se valora, se cuida sin esfuerzo.
Al final de ese día, Clarisa se sintió liberada, aunque aún no había puesto en práctica estos consejos. Pero empezó a ver su cuerpo y su exceso de peso con otros ojos, y comprendió que podía apartar de su vida lo que ya no tenía sentido. Se dio cuenta de que, si aligeraba su espíritu, aligeraría también su cuerpo. Porque lo natural es que así sea.