Tras mucho esfuerzo, logramos bajar esos kilos de más. Pero
¿qué es lo que pasa cuando, al mínimo descuido, los recuperamos?
La grasa es como un exnovio molesto. Finalmente se
deshace de él con un decidido empujón, sólo para que regrese, temblando, meses
después. Entonces recomienza la batalla. Puede decirle que se vaya por donde
vino, pero él insiste en regresar y ocupar su viejo lugar.
¿Qué causa esto? Se trata de una pregunta simple pero
difícil, que sigue dejando perplejos a quienes se ponen a dieta, e
incluso a los investigadores. Hasta que entienda por completo estos altibajos,
no puede esperar confiadamente perder peso y no recuperarlo. He aquí lo
que necesita saber para que esa ruptura sea definitiva.
La ciencia de los ciclos
El doctor Michael R. Lowe, profesor de psicología en la
Universidad Drexel, asegura que el ciclo de peso corporal o la dieta del
yo-yo se define como “una pérdida intencional y significativa de peso
seguida de una recuperación de la mayor parte, todo o incluso más de
ese peso”. Esto se considera un ciclo completo. Quienes siempre
están a dieta suelen experimentar múltiples ciclos, como lo demuestran
las tribulaciones televisadas de estrellas como Kirstie Allen y Oprah Winfrey.
Es un patrón desconcertante, frustrante y, para muchos, indestructible.
Naturalmente, no todos los ciclos del peso son tan
pronunciados. El peso de casi todos fluctúa hasta cierto grado. Cuando
nos enfermamos, a lo largo de las estaciones, durante la menstruación, incluso
de lunes a viernes a sábado y domingo, días en los que nos damos algunos
gustos, todos nos subimos en la montaña rusa de unos kilitos de más o de
menos.
Cuando las cosas empiezan a ponerse mal es cuando perdemos
mucho peso en un período relativamente breve. Allí es cuando la física
entra en juego. “Cuando baja de peso, pierde tejido graso, pero también
algo de tejido muscular”, explica Lowe, “así que, por definición, tiene menos
masa. Como ahora se necesita menos energía para conservar este peso
nuevo, el metabolismo se vuelve más lento”. Todo esto está muy bien
hasta algunas semanas (o meses) después, cuando se deprime por algún
contratiempo en el trabajo o en su relación de pareja, corta un cupón que
ofrece dos productos por el precio de uno y empieza a ceder a los antojos.
El metabolismo, ya de por sí obstinado, sigue igual durante un tiempo, mientras
come más (de hecho, como es más lento, podría incluso acelerar el rebote).
Con el tiempo, al ir ganando una masa renovada y aumentar
sus requerimientos energéticos, el metabolismo vuelve a adquirir velocidad,
pero con una diferencia: recupera los kilos, pero no el tejido muscular
perdido, que es más activo y necesita más calorías. Así, se hunde en un abismo
más profundo. Come como antes, pero ahora tiene menos tejido muscular
que ayuda a quemar las calorías que ingiere.
Algunos investigadores afirman que el cuerpo tiene una “memoria
metabólica” que registra estos ciclos, aprende que no son benéficos para la
salud y los vuelve más difíciles de repetir. Por tanto, se ha vuelto más resistente
a bajar de peso. Otros científicos sostienen que no existe ese tipo de
memoria, y que lo que ocurre es sólo una reacción instintiva, refleja,
que se percibe como apetito. El cuerpo cree que está muriendo de hambre,
así que baja su metabolismo para conservar energía, y luego, al reaparecer la
comida, la almacena en mayor medida en previsión del siguiente período de vacas
flacas. Así pues, de un modo extraño, se vuelve más eficiente (en términos
evolutivos), pero gorda de todas maneras. Si todo esto le da dolor de estómago,
no se preocupe. Basta de ciencia por ahora. Ya sabe lo suficiente sobre el mecanismo
de los ciclos de la dieta para empezar a romperlo.