Nuestro organismo necesita grasa, pero no
cualquiera. De hecho, las grasas saturadas y trans le provocan un gran daño.
Descubra de qué se tratan y cómo reemplazarlas.
Nuestro cuerpo usa las
grasas que comemos para construir paredes celulares. En un nivel
microscópico, esas paredes están bajo el continuo ataque de fragmentos
dañinos de moléculas oxigenadas llamadas “radicales libres”.
Aunque todas las
grasas son vulnerables a los ataques de los radicales libres, las saturadas son
los objetivos más fáciles. Si estas se incorporan a una pared celular, esa
célula está más propensa a ser dañada por radicales libres, y ese daño acelera
el proceso de envejecimiento de las células, incluidas las neuronas.
Diferentes grasas crean
diferentes tipos de paredes celulares, y las peores paredes —duras y rígidas—
están compuestas de grasas saturadas y trans. Las paredes rígidas pueden
conducir a una resistencia a la insulina y afectar la calidad del
funcionamiento celular. En el cerebro, eso significa que las neuronas con
paredes de mala calidad tendrán dificultad para comunicarse. Comer demasiadas
grasas saturadas puede causar inflamación en el cuerpo y aumentar el
colesterol LDL (“malo”).
Con todas esas
consecuencias de daño cerebral, uno podría pensar que comer grasas saturadas
causaría verdaderos problemas de memoria. Estaría en lo correcto. Los
estudios muestran que las personas que comen muchas grasas saturadas (como
carne, manteca y queso) tienen más del doble de riesgo de padecer demencia
asociada con la edad y Alzheimer que las personas que consumen menos de
estas grasas.
Es fácil reconocer las grasas saturadas; casi todas se encuentran en los productos animales. Algunas de las más ofensivas son los cortes grasos de carne de vaca (en especial, costillas, embutidos, tocino, mortadela y salchicha de carne de vaca), el cerdo (excepto los cortes magros), la piel y la carne oscura del pollo, la leche entera, la crema, el queso, la manteca, el helado de leche entera y las medialunas. Estos alimentos deberían ser consumidos en muy pequeñas cantidades y en ocasiones.
Las grasas trans, el enemigo invisible
Tan peligrosas, o
incluso más peligrosas que las grasas saturadas, son las trans. Estas se
encuentran en la naturaleza solo en cantidades diminutas. La gran mayoría de
las grasas trans que comemos son producidas por el hombre. Si usted lleva un
aceite vegetal líquido inocuo al laboratorio y altera apenas la
molécula, obtiene una forma de grasa que es sólida a temperatura
ambiente, que dura para siempre y que es un auténtico veneno para el
cerebro. Como las grasas saturadas, las trans vuelven rígidas las membranas
celulares y afectan la capacidad de las neuronas para comunicarse unas con
otras. Los estudios muestran que, de todas las grasas, las trans causan el
mayor daño y el riesgo más grande de desarrollar demencia y Alzheimer. No
pueden anularse los efectos malignos de las grasas trans: debe eliminarlas. Si
agrega grasas saludables a su dieta sin eliminar las trans, estas desplazarán a
las otras grasas e irán a las paredes celulares.
Consejos para eliminar las grasas malas
A continuación, le
hacemos algunas sugerencias para eliminar las grasas nocivas de su alimentación
y reemplazarlas por alimentos beneficiosos para la salud.
8. No coma carne más de dos veces por semana. El cerdo, la carne vacuna, el cordero y otras carnes rojas contienen cantidades significativas de grasa saturada. El pollo (sin piel), el pavo (sin piel), el ciervo y otras variedades de carnes contienen muy pocas grasas saturadas y, por lo tanto, pueden consumirse todos los días. Cuando coma carne, escoja los cortes más magros. Hay trucos para conocer los cortes con la menor cantidad de grasas saturadas. Los cortes magros suelen tener la grasa en franjas bien definidas y fáciles de separar. Una mención demasiado obvia: quite el exceso de grasa antes de cocinar.