Esta enfermedad, que afecta a gran cantidad de personas mayores, puede evitarse si se toman ciertas medidas.
Fuente: Salud a Diario
Aproximadamente 50 millones de personas en el mundo sufren
demencia, y la cifra aumentará. Con estos datos, es fácil asumir que el
riesgo de padecer demencia está creciendo, pero la realidad es otra: la tasa de
demencia entre las personas mayores de 65 años está disminuyendo. Si la
cifra absoluta aumenta se debe a que muchos de nosotros viviremos muchos más
años que las generaciones anteriores, y cuanto mayores nos hacemos, más
susceptibles somos de padecer enfermedades relacionadas con la edad.
¿Qué es la demencia?
Un conjunto de síntomas asociados con el deterioroprofundo del pensamiento y la memoria. Aunque la mayoría de las demencias
están relacionadas con el Alzheimer, también pueden ser provocadas por otras
enfermedades como el Parkinson o enfermedades cardiovasculares. Un análisis de
los estudios sobre la demencia publicado en Lancet, en 2017, reveló que había siete
enfermedades, entre las que se incluyen la hipertensión, la obesidad, la
depresión no tratada y la pérdida de audición no tratada, que aumentan el
riesgo de padecer demencia. La buena noticia, según la profesora Gill
Livingston, del departamento de psiquiatría del University College en Londres,
y una de las autoras del análisis de Lancet, es que, si se mejoran estos
factores de estilo de vida, debería eliminarse al menos el 35 por ciento de las
demencias que se les atribuyen, aunque podría ser una estimación
conservadora. Estudios realizados en los Estados Unidos, Dinamarca, Suecia y
Reino Unido, han demostrado que hay más probabilidades que nunca de vivir una
larga vida sin los estragos de la demencia. Esto podría ser cierto hasta para
aquellas personas cuyos cerebros han comenzado a mostrar algunos de los cambios
fisiológicos asociados a la demencia. Por otra parte, pese al daño existente,
algunos seguimos siendo muy resistentes a la demencia. Cuatro nuevos
descubrimientos demuestran que puede proteger a su cerebro frente a la demencia.
1.
Los genes no nos condenan
¿Qué pasa con los genes? ¿No hacen que la demencia sea casi
inevitable para algunas personas? En las raras ocasiones en que se da un
Alzheimer prematuro entre los 30 y 50 años, la genética es determinante, pero
no es así en casos de demencia tardía. “El gen común que aumenta el riesgo de
padecer Alzheimer en las personas mayores de 65 años se llama APOE-4”, afirma
la profesora Livingston, pero señala que no todos los poseedores del gen
desarrollan la enfermedad, y no todas las personas con demencia tienen el
gen APOE-4. De hecho, según la profesora Livingston, “solo se encuentra en un 7
por ciento de los casos de demencia”.
2. Un cerebro activo es un cerebro saludable
Las continuas investigaciones que se llevan a cabo desde
1997 en el Centro Rush del Alzheimer de Chicago han demostrado que “los niveles
más altos de actividad cognitiva se asocian a mejores facultades cognitivas”,
dice Aron Buchman, doctor en Medicina y neurología, que señala estos “niveles
más altos” se refieren a objetivos intelectuales comunes como la lectura,
escritura y buscar y aprender nueva información. El estudio del Centro Rush
reveló que cuantas más actividades de este tipo formaban parte de la vida de
una persona mayor, menor era el declive mental que mostraba el participante del
estudio. Pero aún quedaba por resolver una cuestión importante: ¿escapaban a la
demencia estos individuos, aunque sus cerebros mostrasen cambios fisiológicos?
Los investigadores obtuvieron la respuesta cuando todos los participantes del
estudio acordaron donar sus cerebros tras su muerte. El estado físico de los
cerebros donados era el que se esperaba en una persona de 80, 90 años o más,
incluso con anomalías cerebrales. Pero estas anomalías no habían causado el
deterioro esperado en los que habían mantenido actividad intelectual. La teoría
principal es que sus cerebros tenían bastante de lo que los científicos llaman
“reserva” cognitiva o cerebral, un depósito de materia activa disponible para
compensar los cambios relacionados con la edad. Pero, ¿y si no fuera solo
“reserva” cerebral? ¿Y si se formaran células cerebrales completamente nuevas
para reemplazar a las dañadas? Según un estudio publicado en la revista Cell,
los cerebros donados de personas que fallecieron entre los 79 y los 99 años
mostraban signos de haber seguido renovando neuronas toda la vida, y cuanto
mejor fuera su función cognitiva, sin contar las anomalías cerebrales, más
neuronas nuevas habían fabricado. ¿Podrían los factores relacionados con el
estilo de vida afectar a dicho crecimiento? Se necesitan más investigaciones,
pero es una posibilidad intrigante.
3.
Comida saludable, cerebro sano
Un estudio publicado en 2006 reveló que al ceñirse
estrictamente a la dieta mediterránea (consumo de frutas, verduras, aceite de oliva, pescado, y bajo consumo de carnes rojas y dulces), es posible reducir el
riesgo de padecer Alzheimer en casi un 40 por ciento. Hoy día los
investigadores han llevado la dieta más allá y han confirmado la conexión entre
esta y la demencia, y han creado la que se conoce como dieta MENTE, un
régimen diseñado especialmente para la salud del cerebro. La dieta MENTE es
una combinación de las dietas mediterránea y DASH (que restringe el consumo de
dulces, harinas refinadas, fritos, comida rápida, carnes rojas, manteca y
queso). Se ha comprobado que esta combinación reduce el declive cognitivo en un
50 por ciento. El estudio más reciente, publicado el año pasado en la revista
Neurology, concluyó que una dieta saludable es la clave para reducir el declive
cognitivo. Pauline Croll, licenciada en ciencias en la Universidad de
Rotterdam, en Holanda, y autora del estudio, cree que centrarse demasiado en
ciertos alimentos puede hacer que perdamos la perspectiva. “Realizamos análisis
donde vimos si una comida podría desbaratar la calidad de toda la dieta y no
fue así. Es el conjunto completo”. Las personas mayores que comían de manera
más saludable, independientemente de si la dieta se acercaba más a la dieta
mediterránea u otros hábitos saludables, tenían cerebros más grandes, y más
sanos. Lo que todas las dietas tenían en común es el énfasis en los alimentos
vegetales y la reducción de los alimentos procesados.
4.
Su mejor defensa: moverse
Ya ha quedado claro que las personas que seguían la dieta
mediterránea y hacían ejercicio con regularidad tenían un 67 por ciento menos
riesgo de sufrir demencia, pero los estudios más recientes sobre los
efectos del ejercicio son más prometedores. El Centro Rush ha estado monitorizando
a un grupo de personas mayores (en el que entran nuevos miembros cuando los
mayores fallecen) desde 1994, intentando desentrañar los factores que ayudan a
algunas personas a mantenerse cognitivamente sanas mientras otras se
deterioran. La edad media de los participantes cuando entran en el estudio es
de 80 años.