En el centro del cerebro, se encuentran las glándulas productoras de hormonas, que trabajan sin descanso para regir nuestra vida.

El control de nuestro organismo

El conjunto de las constantes internas de nuestro organismo, la homeostasis, depende, a la vez, del control consciente que resulta de nuestro comportamiento alimentarse cuando el hambre nos informa una baja de glucosa en sangre y del control inconsciente, originado por la intervención de nuestro organismo el páncreas secreta la insulina para liberar las reservas de azúcar del hígado. El funcionamiento de estos dos tipos de regulaciones está asegurado por una zona específica del sistema límbico, el hipotálamo. Este cúmulo de células nerviosas representa menos del 1% del volumen total del cerebro, conectado a casi todas las otras regiones cerebrales, recibe señales nerviosas del organismo y le provee las respuestas adecuadas de comportamiento o de metabolismo. Además, participa de la regulación de funciones tan variadas como el hambre, el sueño, el estrés, los cambios de humor, el control de la presión arterial o la libido. Para asegurar todos estos controles, el hipotálamo está relacionado por la vía hormonal con la hipófisis y por la vía nerviosa, con el sistema nervioso autónomo. 

La importancia de las hormonas

La hipófisis es una glándula de menos de 1 g, que rige las otras glándulas del sistema endocrino (la tiroides, el páncreas, los ovarios, los testículos y las glándulas suprarrenales), se encarga de secretar las hormonas en la sangre. En especial, libera las hormonas producidas por el hipotálamo la vasopresina, una hormona antidiurética que actúa sobre los riñones para limitar la eliminación del líquido contenido en el cuerpo mediante la orina, y la oxitocina que interviene en la iniciación del parto y en la subida de la leche materna. Por su parte, la hipófisis secreta con la supervisión del hipotálamo hormonas de efecto directo, como la hormona del crecimiento, la hormona folículoestimulante (FSH) y la hormona luteinizante (LH), que actúan sobre las glándulas genitales, y las hormonas de efecto directo, como la TSH, que estimula la tiroides y la hormona corticotropa, que afecta las glándulas suprarrenales.

En pos delequilibrio, las cantidades de estas producciones hormonales están reguladas por sus destinatarios, gracias al control que ellas ejercen sobre su sistema de comando, según un mecanismo de ciclo cerrado llamado de retroacción.

Asimismo, el hipotálamo controla a otro actor del mantenimiento de la homeostasis, el sistema nervioso vegetativo o sistema nervioso autónomo, porque funciona de manera independiente, sin intervención de la conciencia ni de la voluntad. Está formado por nervios sensitivos y motores que inervan el corazón, las glándulas, los músculos lisos (de las fibras musculares que se contraen sin que nosotros les ordenemos) de la piel, de los vasos sanguíneos y de las vísceras (pulmones, intestino, hígado, útero, vejiga...). La regulación de estos órganos se ejecuta a través de dos subsistemas antagonistas y complementarios: los sistemas nerviosos simpático y parasimpático. El primero, que prepara al organismo para enfrentar situaciones de urgencia, actúa como un estimulador.  Cuando toma la delantera, por ejemplo al reaccionar ante el estrés, en especial, provoca aceleración del ritmo cardíaco, dilatación de los bronquios, aumento de la presión arterial y sudoración. Sus neuronas liberan neurotransmisores excitadores, principalmente adrenalina y noradrenalina. Por el contrario, el sistema parasimpático tiene un efecto inhibidor y modera el funcionamiento de los órganos. Al conducirlo a las fases de recuperación y de reposo, ocasiona disminución del ritmo cardíaco, atenuación de la presión arterial y constricción de los bronquios.

Una actividad sin interrupciones

A pesar de que tenemos períodos de reposo y que dormimos, a menudo, con un sueño profundo, el cerebro no interrumpe jamás su actividad. Gracias a esta particularidad nos es posible integrar diferentes parámetros necesarios para conducir un vehículo u oír música; soñar bajo la influencia, en ocasiones, de un estímulo externo que condicione nuestras representaciones gráficas; reconocer un objeto que pensábamos que nunca habíamos visto; o bien aún, como nos ha revelado el análisis freudiano, grabar para después rechazar acontecimientos que expliquen algunos de nuestros comportamientos.

 

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