Aprenda a identificar los carbohidratos simples y decida qué le conviene comer en una alimentación saludable.

Evitar los carbohidratos problemáticos no consiste únicamente en rechazar las masitas dulces y las tortas. Una tostada aparentemente inofensiva de pan blanco con jalea en el desayuno puede ser tan nociva como una factura cargada con dulce. La jalea tiene un montón de azúcar y el pan —si está elaborado con harina blanca— también puede considerarse azúcar, por la manera en que se comporta en el organismo. ¿Prefiere las medialunas? Su estómago las procesa de la misma forma, descomponiendo rápidamente los carbohidratos simples en azúcares y volcándolos al torrente sanguíneo. ¿Desayuna con cereales? A no ser que contengan mucha fibra, los resultados son los mismos. Incluso un inocente vaso de jugo de naranja significa ingerir azúcar. Si empieza la jornada con alguno de estos carbohidratos u otros similares, habrá básicamente colocado su cuerpo en la cima de una montaña rusa de ascensos y caídas vertiginosos por el resto del día. Su energía y apetito aumentarán de golpe y se irán a pique, y eso hará que su mente piense en comida constantemente durante el transcurso de sus actividades. Sus antojos determinarán lo que consumirá durante el resto de la jornada.

¿Por qué los carbohidratos simples son tan problemáticos?

El cuerpo los convierte rápidamente en glucosa, un azúcar del que depende para obtener energía. Cuanto más rápido y más alto una porción de alimento eleve los niveles de glucosa en la sangre, mayor será su índice glucémico. No hay nada malo con la glucosa, salvo que una cantidad muy alta llegue al torrente sanguíneo de golpe. Entonces estará frente a un problema. Apetito desesperado. Un aumento repentino en la glucosa hace que el cuerpo produzca insulina en grandes cantidades (la hormona que controla la glucosa) para mover todo ese azúcar fuera del torrente sanguíneo hacia las células. La insulina trabaja rápido, haciendo descender en forma marcada los niveles de glucosa en sangre. Este ciclo de aumentos repentinos y caídas a pique puede suprimir las hormonas que ayudan a controlar el apetito y engañar al cuerpo haciéndole creer que necesita más calorías. Es por eso que la sensación de apetito reaparece después de un par de horas de haber ingerido una comida rica en carbohidratos. El arrebato extremo de energía después de una buena porción de cereales azucarados, una pila de panqueques, o un sándwich gigante de pan blanco con papas fritas puede sentirse como un colapso de energía una vez que los niveles de glucosa hayan simplemente regresado a los valores normales. Esa sensación de que se ha agotado toda la energía física es la que a menudo nos lleva a beber una bebida cola o comer otro alimento rico en azúcares para reponernos rápidamente. Es así: será el cerebro el que lo lleve a consumir más carbohidratos simples y dulces. Entonces todo el proceso comienza de nuevo. 

Una panza hinchada

El cuerpo por lo general mantiene un suministro de glucosa a mano para las siguientes 24 horas en el torrente sanguíneo a fin de satisfacer las necesidades inmediatas de energía. Sin embargo, una factura por la mañana proporciona energía mucho más rápido que la necesaria para subirse al auto, conducir hasta el trabajo y sentarse en el escritorio hasta la hora del almuerzo. El resto de la glucosa se almacena a largo plazo como grasa, y gran parte de ella termina en el abdomen como grasa visceral perjudicial para el corazón.

Arterias bloqueadas

Recuerde que las arterias sanas son la mejor defensa del cuerpo contra las enfermedades y los ataques cardíacos. Una dieta permanente de carbohidratos malos pone esas arterias en riesgo, en parte porque aumenta los niveles de insulina. Una característica desafortunada de esta sustancia es que, al igual que los azúcares, es levemente corrosiva para las paredes arteriales. En los valores que la mayoría de las personas necesitan para procesar cantidades normales de glucosa, la corrosión no presenta un problema grave. Sin embargo, los picos repetidos en los niveles de insulina pueden provocar un gran desgaste en las arterias y ocasionar inflamación y estrechamiento de los vasos sanguíneos. Al consumir demasiados carbohidratos peligrosos durante días, semanas, meses y años, el problema empeora aún más. Esto se debe a que en algunas personas, la insulina deja de hacer su trabajo con la misma eficiencia de antes y el páncreas debe producir cada vez más hormonas para ocuparse incluso de cantidades pequeñas de glucosa en la sangre. Este fenómeno se conoce como resistencia a la insulina y es un primer indicio de diabetes tipo 2. Más insulina equivale a más daño arterial.

Valores inadecuados en los análisis de colesterol

Una característica distintiva de una dieta rica en carbohidratos es que eleva los triglicéridos, las grasas en sangre que se vinculan con un incremento en el riesgo de problemas cardíacos y diabetes. Los niveles altos de triglicéridos son también uno de los cinco indicadores del síndrome metabólico, junto con la resistencia a la insulina, la grasa abdominal, la presión arterial alta y los niveles bajos de colesterol HDL bueno. Además, por cierto, una dieta rica en carbohidratos —incluso una que consista en su mayoría en carbohidratos buenos— puede hacer caer los niveles del colesterol HDL.

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